Encontre milhões de e-books, audiobooks e muito mais com um período de teste gratuito

Apenas $11.99/mês após o término do seu período de teste gratuito. Cancele a qualquer momento.

Desde mi habitación
Desde mi habitación
Desde mi habitación
E-book68 páginas1 hora

Desde mi habitación

Nota: 0 de 5 estrelas

()

Ler a amostra

Sobre este e-book

"Desde mi habitación" es un libro escrito desde la experiencia personal del sufrimiento, delante de una situación que nadie espera, pero que puede llegar en cualquier momento.
El autor va mucho más allá de su propia experiencia, para ayudarnos a todos a reaccionar de una manera diferente ante cualquier enfermedad.
A medida que vamos leyendo, comprendemos que la presencia de Dios a nuestro lado es mucho más que una teoría, y lo cambia todo.
Sea cual sea la situación que estás atravesando, "Desde mi habitación" te ayudará a verlo todo de una manera diferente, no solo en tu vida personal, sino también para estar al lado de aquellos que están sufriendo.
IdiomaPortuguês
Data de lançamento19 de out. de 2021
ISBN9781646411443
Desde mi habitación

Leia mais títulos de Jaime Fernández Garrido

Relacionado a Desde mi habitación

Ebooks relacionados

Cristianismo para você

Visualizar mais

Artigos relacionados

Avaliações de Desde mi habitación

Nota: 0 de 5 estrelas
0 notas

0 avaliação0 avaliação

O que você achou?

Toque para dar uma nota

A avaliação deve ter pelo menos 10 palavras

    Pré-visualização do livro

    Desde mi habitación - Jaime Fernández Garrido

    CAPÍTULO 1

    Cuando menos lo esperas

    —¿Te sientes mejor, Jaime?

    —Sí. ¡Gracias a Dios!

    Estaba en la sala de observación del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela. Había pasado un par de horas muy complicadas, con mucho dolor y fiebre alta. Tenía temblores y casi no me podía mover del cansancio, parecía que me habían dado una paliza. Después de que los doctores me examinaran, uno de los enfermeros me puso un antibiótico por vía intravenosa, algo como un antifebril muy fuerte que hizo que mejorara bastante. Había sido ingresado en el hospital por una neumonía grave que se había complicado al ser infectado por la Covid-19. Aunque descansaba completamente en el Señor, me di cuenta de que mi situación era grave, así que cuando el enfermero me hizo esa pregunta, jamás esperaba que su siguiente comentario fuera «¡Dios no tiene nada que ver en esto!».

    Obviamente él no era creyente, así que pensó que mi mejoría era debida a lo que todos habían hecho por mí. Por un momento estuve tentado a explicarle algunas cosas, pero con las pocas fuerzas que tenía, simplemente le dije:

    —Creo que sí. Dios te dio la sabiduría y la amabilidad con las que me estás tratando.

    Se quedó mirándome por un momento y salió para atender a otro paciente. A partir de ese momento aprendí a ver mi enfermedad de una manera diferente: como en numerosas ocasiones en la vida se trataba de una lucha que iba mucho más allá de lo que había imaginado. El sufrimiento siempre es parte de esa lucha, tiene la rara cualidad de sacar lo mejor y lo peor de nosotros. Si comprendemos eso cuando atravesamos el valle del dolor y la enfermedad, ya hemos avanzado mucho.

    ¿Cómo había llegado hasta ahí? El día 10 de marzo desperté con un ligero dolor de cabeza y un poco de fiebre. Al principio no le di demasiada importancia porque era un día frío y pensé que quizás mi cuerpo estaba luchando contra la gripe. De hecho, tenía que grabar varios programas de radio por la tarde y no me encontraba tan mal como para no ir así que, en principio, no cambié mis planes. Al mediodía, la fiebre no había remitido y Miriam, mi mujer, que estaba orando, sintió de parte del Señor que yo no debía ir a trabajar. Cuando me lo dijo, oramos juntos y pensé que tenía razón. Comprendí que el Señor quería que me quedara en casa. Hacía poco más de un par de semanas que todo el mundo había empezado a hablar de la famosa Covid-19 y, aunque aún no sabíamos exactamente lo que era, pensamos que sería conveniente que no fuera a ningún lugar por si podía contagiar a alguien. Con el tiempo vimos que esa decisión había sido trascendental para la vida de todos mis compañeros y compañeras de trabajo; si no hubiera sido así, cientos de personas podrían haber sido infectadas.

    A veces, Dios permite ciertas situaciones para que nos demos cuenta de que Él nos está guiando. Muchas veces lo que parece malo para nosotros tiene consecuencias buenas.

    Pasé enfermo una semana entera y los médicos, a pesar de que tenía todos los síntomas relacionados con la enfermedad por coronavirus me decían que simplemente era una gripe. En ningún momento vinieron a hacerme ningún tipo de prueba para confirmarlo o descartarlo, pero yo cada vez me sentía peor.

    Nuestra hija pequeña, Mel, seguía yendo al instituto donde estudia normalmente, pero supimos que la semana anterior algunos de los alumnos y profesores habían viajado a Italia de excursión, a pesar de que era muy peligroso hacerlo porque la pandemia allí estaba muy extendida. Unas cuantas semanas antes, yo había estado viajando y predicando en diferentes ciudades de España, pero nadie había sido infectado, así que, la única conclusión válida a la que pudimos llegar es que el viaje a Roma del instituto era la causa por la que nos habíamos contagiado todos. Más tarde lo certificamos al saber que otros familiares de los chicos también había contraído la enfermedad.

    Nuestra segunda hija, Kenia, que estaba estudiando en Barcelona, llegó a casa el sábado 14 de marzo, y a los pocos días estaba contagiada también, al igual que mi mujer, Miriam. Al principio no lo sabíamos porque a mí no me habían hecho la prueba y a ellas tampoco. Más tarde, cuando fui ingresado, fueron a casa y confirmaron el positivo de las dos que, además, ya se encontraban bastante mal físicamente: dolor, fiebre, problemas estomacales y falta de oxígeno en la sangre. Solo Iami, nuestra hija mayor superó la enfermedad de una manera casi asintomática y así pudo trabajar y sostener a toda la familia en el día a día.

    Lo curioso fue que aquel 19 de marzo, cuando Miriam me llevó a urgencias, la discusión con los sanitarios el centro de salud fue monumental porque decían que no podíamos estar allí: el país estaba confinado y nadie podía dirigirse al hospital directamente, salvo que algún médico te hubiera enviado. No sabíamos qué hacer porque llevábamos una semana pidiendo que me hicieran la prueba de la Covid-19, pero sin resultados. Mi estado empeoraba momento a momento: había comenzado a vomitar, la fiebre no remitía y cada vez me sentía peor,

    Está gostando da amostra?
    Página 1 de 1