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Dios te ama: 366 devocionales de mujeres para mujeres
Dios te ama: 366 devocionales de mujeres para mujeres
Dios te ama: 366 devocionales de mujeres para mujeres
E-book748 páginas5 horas

Dios te ama: 366 devocionales de mujeres para mujeres

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Sobre este e-book

Mi momento favorito del día es mi tiempo devocional a la mañana con el Señor. Pero cuando no estoy en casa, puede ser difícil apartar el tiempo y un lugar para esto. En un viaje reciente, me quedé en un Airbnb con varios miembros de la familia y le eché el ojo a la mesa de la cocina para mi devocional matutino. Pero cuando desperté temprano al día siguiente y fui a la cocina con mi Biblia y lápices de colores, alguien ya estaba ahí. Una computadora portátil y otros elementos esenciales para trabajo remoto cubrían toda la mesa. No había sido la única que le había echado el ojo.

Enseguida me di cuenta de que las dos salas de estar tampoco funcionarían. Estaban conectadas con la cocina, y la persona que estaba trabajando estaba haciendo llamadas telefónicas… en altavoz.

A la mañana siguiente, cuando desperté, oré y le pedí al Señor que me mostrara dónde podía pasar un buen tiempo con Él y con su Palabra. Señor, tú sabes que atesoro el tiempo contigo. Y nada es demasiado difícil para ti. ¿Podrías crear la manera?

Entré a la cocina y me encontré con la misma escena: un miembro de la familia en una llamada en conferencia por altavoz en la mesa de la cocina. Pero mientras me servía una taza de café, él terminó la llamada, se paró y se desperezó.

«He estado levantado desde antes del amanecer —me dijo—. Voy a dormir una siesta».

Me quedé mirando mientras desocupaba la mesa y regresaba a su habitación. Apoyada sobre el aparador, sacudí la cabeza asombrada y dije en mi corazón: Señor, cómo me amas. Gracias.
IdiomaPortuguês
Data de lançamento4 de ago. de 2023
ISBN9781680438321
Dios te ama: 366 devocionales de mujeres para mujeres

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    Dios te ama - Nuestro Pan Diario

    1 de enero

    Amor eterno

    SALMO 136:1-9

    Y nosotros hemos conocido y creído

    el amor que Dios tiene para con nosotros.

    Dios es amor…

    —1 Juan 4:16

    Hace años, cuando mi hijo tenía cuatro años, me regaló un corazón de madera montado sobre una placa de metal, con la palabra siempre pintada en el centro. «Te amo para siempre, mamá», dijo.

    Le agradecí mientras lo abrazaba. «Yo te amo más».

    Ese regalo invalorable sigue reafirmándome el amor sin fin de mi hijo. En días difíciles, Dios usa ese dulce presente para consolarme y alentarme, afirmándome que Él me ama profundamente. Además, me recuerda el regalo del amor eterno de Dios, expresado en toda su Palabra y confirmado por su Espíritu.

    Podemos confiar en la bondad inmutable de Dios y cantar alabanzas de gratitud que confirman su amor interminable, como lo hace el salmista

    (Salmo 136:1)

    ; exaltar la grandeza del Señor por sobre todo

    (vv. 2-3)

    ; y reflexionar en sus maravillas y entendimientos ilimitados

    (vv. 4-5)

    . El Dios que nos ama siempre es el atento Hacedor de los cielos y la tierra, quien también controla los tiempos

    (vv. 6-9)

    .

    Nos regocijamos porque ese amor eterno es el mismo que nuestro Creador y Sustentador todopoderoso derrama hoy en la vida de sus hijos. Independientemente de lo que enfrentemos, Aquel que nos hizo nos fortalece al reafirmarnos su amor incondicional y completo. Demos gracias a Dios por los innumerables recordatorios de su amor infinito. Xochitl E. Dixon

    2 de Enero

    Florecer como una flor

    SALMO 103:13-22

    El hombre, como la hierba son sus días;

    florece como la flor del campo.

    —Salmo 103:15

    Cuando mi nieto menor tenía solo dos meses, cada vez que lo veía, observaba pequeños cambios. Un día, mientras lo arrullaba, ¡me miró y sonrió! De pronto, empecé a llorar. Quizá era una mezcla de alegría y el recuerdo de la primera sonrisa de mis propios hijos; que fue hace mucho, pero que lo siento como si fuera ayer. Algunos momentos son así: inexplicables.

    En el Salmo 103, David escribió una canción poética donde alababa a Dios mientras reflexionaba en la rapidez con que pasan los momentos gozosos de la vida: «El hombre, como la hierba son sus días; florece como la flor del campo, que pasó el viento por ella, y pereció»

    (vv. 15-16)

    .

    A pesar de reconocer la brevedad de la vida, David describe que la flor florece, que se esfuerza, y que aunque este florecer sea breve, su fragancia, color y belleza alegran el momento. Aunque una flor pueda olvidarse —«su lugar no la conocerá más»

    (v. 16)

    —, nosotros, por el contrario, tenemos la certeza de que «la misericordia del Señor es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen»

    (v. 17)

    .

    Como las flores, podemos regocijarnos y florecer en el momento, pero también celebrar que nuestra vida nunca se olvida por completo. Dios conoce cada detalle, ¡y su misericordia está siempre con sus hijos! Alyson Kieda

    3 de enero

    Dios conoce tu historia

    SALMO 139:1–6, 23–24

    Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón;

    pruébame y conoce mis pensamientos.

    —Salmo 139:23

    Mientras volvía en auto a casa con mi mejor amiga, le di gracias en voz alta a Dios por ella. Me conoce y me ama a pesar de cosas que no le gustan sobre mí, y me acepta como soy: con mis peculiaridades, mis hábitos y mis fallas. Aun así, hay partes de mi historia que me cuesta compartir incluso con ella y con otros a quienes amo… momentos donde claramente no he sido ninguna heroína, sino crítica, cruel o fría.

    Sin embargo, Dios sí conoce toda mi historia. Es el único con el que puedo hablar con libertad, aunque me cueste hablar con otros.

    El Salmo 139 describe la intimidad que disfrutamos con nuestro Rey soberano. ¡Él nos conoce por completo!

    (v. 1)

    . «Todos mis caminos [le] son conocidos»

    (v. 3)

    . Nos invita a ir a Él con nuestra confusión, nuestros pensamientos ansiosos y nuestras luchas con la tentación. Cuando estamos dispuestos a rendirnos plenamente a Él, el Señor extiende su mano para restaurarnos y reescribir las partes de nuestra historia que nos entristecen porque nos hemos alejado de Él.

    Dios nos conoce mejor que nadie, y aun así… ¡nos ama! Cuando nos entregamos diariamente al Señor y buscamos conocerlo más y más, Él puede cambiar nuestra historia para su gloria. Él es el Autor que sigue escribiéndola.

    Cindy Hess Kasper

    4 de enero

    Historias de cicatrices

    JUAN 20:24-29

    … mira mis manos; y acerca tu mano,

    y métela en mi costado; y no seas incrédulo,

    sino creyente.

    —Juan 20:27

    La mariposa iba y venía entre los pensamientos, las hermosas flores de mi madre. Cuando yo era niña, anhelaba atraparlas. Corrí del jardín a la cocina para agarrar una jarra de vidrio, pero en el apuro, tropecé y me caí sobre el piso de cemento del patio. La jarra se hizo añicos y dejó mi muñeca con un horrible corte que requirió 18 puntos para cerrarlo. Hoy, la cicatriz se extiende como una oruga por mi muñeca, relatando la historia, tanto de la herida como de su cura.

    Cuando Jesús apareció ante sus discípulos después de su muerte, llevaba sus cicatrices. Juan registra que Tomás quiso ver «en sus manos la señal de los clavos», y que Jesús lo invitó a verificarlo, diciéndole: «Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado»

    (Juan 20:25, 27)

    . Para demostrar que era el mismo Jesús, resucitó manteniendo visibles las cicatrices producto de su sufrimiento.

    Las cicatrices de Jesús comprueban que Él es el Salvador y narran la historia de nuestra salvación. Las marcas de sus manos y pies atravesados, y el hueco en su costado revelan la historia del dolor infligido, soportado y posteriormente curado… a nuestro favor.

    ¿Alguna vez pensaste seriamente en la historia que relatan las cicatrices de Jesús? Elisa Morgan

    5 de enero

    Recibir a los extranjeros

    DEUTERONOMIO 10:12-19

    Amaréis, pues, al extranjero;

    porque extranjeros fuisteis en la tierra

    de Egipto.

    —Deuteronomio 10:19

    Cuando mis amigos vivieron en Moldavia, uno de los países más pobres de Europa, les sorprendió la cálida bienvenida que recibieron; en especial, de otros creyentes. Una vez, llevaron ropa y alimentos a una pareja muy pobre de la iglesia, pero que albergaba a varios niños. Allí los trataron como huéspedes de honor y les dieron de comer. Cuando se fueron, llevando frutas y vegetales de regalo, se maravillaron ante tanta hospitalidad.

    Estos creyentes encarnan la hospitalidad que Dios mandó que tuvieran los israelitas, su pueblo, cuando dijo: «que temas al Señor tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma»

    (Deuteronomio 10:12)

    . ¿Cómo podían hacerlo? La respuesta viene en el versículo 19: «Amaréis, pues, al extranjero; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto». Al recibir al extranjero, servían y honraban a Dios; y al mostrarles amor e interés, reflejaban su fe en Él.

    Nuestras circunstancias pueden diferir de las de los

    moldavos o los israelitas, pero podemos poner en práctica nuestro amor a Dios mediante la hospitalidad. Ya sea recibiendo a alguien en casa o saludando con una sonrisa, podemos extender la hospitalidad y el interés de Dios a un mundo quebrantado.

    Amy Boucher Pye

    6 de enero

    Libro de historias de Dios

    GÉNESIS 1:26-31

    … los bendijo Dios […]. Y vio Dios todo

    lo que había hecho, y he aquí que era bueno

    en gran manera…

    —Génesis 1:28, 31

    Con ganas de disfrutar el hermoso día, salí a caminar y, poco después, me encontré con un nuevo vecino, el cual se detuvo y se presentó diciendo: —Me llamo Génesis, y tengo seis años y medio.

    —¡Génesis es un nombre hermoso! Es un libro de la Biblia —respondí.

    —¿Qué es la Biblia? —preguntó.

    —Es el libro de historias de Dios que relata cómo hizo el mundo y a las personas, y también nos cuenta que nos ama.

    Su inquisitiva respuesta me hizo sonreír: —¿Por qué hizo el mundo, las personas, los autos y las casas? ¿Y mi foto está en su libro?

    Aunque no hay una foto literal de mi nuevo amigo Génesis ni de ninguno de nosotros en las Escrituras, somos una parte importante del libro de historias de Dios. En Génesis 1, vemos que «creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó»

    (v. 27)

    . Dios caminó con ellos en el huerto, y luego les advirtió de no ceder a la tentación de ser su propio dios

    (cap. 3)

    . Más adelante en su libro, relató cómo su Hijo Jesús vino a caminar con nosotros otra vez y trajo un plan para perdonarnos y restaurar su creación.

    Cuando leemos la Biblia, descubrimos que nuestro Creador quiere que lo conozcamos, hablemos con Él e incluso le hagamos preguntas. Dios se interesa por nosotros más de lo que podemos imaginar. Anne M. Cetas

    7 de enero

    Un tiempo para la belleza

    ISAÍAS 61:1-7

    … una corona de belleza en lugar de cenizas,

    una gozosa bendición en lugar de luto…

    —Isaías 61:3

    Una mañana de invierno, desperté esperando ver el mismo panorama lúgubre que me había saludado durante varias semanas: hierba amarillenta asomada entre parches de nieve, cielo gris y árboles esqueléticos. Pero algo inusual había ocurrido durante la noche. Una capa de cristales de hielo había cubierto todo. El paisaje sin vida y deprimente se había convertido en una hermosa escena que brillaba bajo el sol, y eso me deslumbró.

    A veces, vemos los problemas sin la imaginación necesaria de la fe. Esperamos que el dolor, el miedo y la desesperación nos saluden cada mañana, pero pasamos por alto la posibilidad de algo diferente. No pensamos en la recuperación, el crecimiento o la victoria por el poder de Dios. La Biblia afirma que Dios es quien nos ayuda en las dificultades; recompone corazones y libera de la esclavitud; consuela al que sufre, dándole «una corona de belleza en lugar de cenizas, una gozosa bendición en lugar de luto»

    (Isaías 61:3)

    .

    No significa que Dios simplemente quiere levantarnos el ánimo cuando tenemos problemas, sino que Él mismo es nuestra esperanza en medio de ellos. Aunque tengamos que esperar para que llegue el alivio, Dios está con nosotros alentándonos. Como lo expresó San Agustín: «En mi herida más profunda, vi tu gloria, y me deslumbró». Jennifer Benson Schuldt

    8 de enero

    La bendición que vendrá

    GÁLATAS 6:7-10

    No nos cansemos, pues, de hacer

    bien; porque a su tiempo segaremos,

    si no desmayamos.

    —Gálatas 6:9

    Una amiga y yo fuimos a caminar con sus nietos. Mientras empujaba el cochecito, comentó que estaba desperdiciando sus pasos, ya que el medidor de actividad que tenía en la muñeca no los registraba porque no estaba moviendo el brazo. Entonces, le recordé que, de todos modos, esos pasos la

    ayudaban a estar físicamente saludable. «Sí —dijo riéndose—, ¡pero quiero conseguir esa estrella dorada electrónica!».

    ¡Entiendo lo que siente! Trabajar en algo sin tener resultados inmediatos es desalentador. Pero las recompensas no siempre son instantáneas o visibles al momento. Pablo le explicó a la iglesia de Galacia que «todo lo que el hombre sembrare, eso también segará»

    (Gálatas 6:7)

    , pero que «no nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos»

    (v. 9)

    . Hacer el bien no es la manera de ganar la salvación, y el texto tampoco especifica si la cosecha será ahora o en el cielo, pero podemos estar seguros de que «cosecharemos numerosas bendiciones»

    (6:9 ntv)

    .

    Hacer el bien es difícil; en especial, cuando no vemos o no sabemos cuál será la cosecha. Pero como mi amiga que igualmente se beneficiaba de caminar, ¡vale la pena seguir haciendo bien en vista de la bendición que vendrá! Julie Schwab

    9 de enero

    Luz guiadora

    GÉNESIS 1:1-5

    Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz.

    —Génesis 1:3

    El restaurante era encantador, pero oscuro. Solo iluminaba una pequeña vela en cada mesa. Para poder ver, la gente usaba la linterna de sus teléfonos para leer el menú, mirar a sus compañeros de mesa y ver lo que estaba comiendo.

    Finalmente, alguien se levantó, se dirigió hacia el camarero y simplemente preguntó: «¿Podría encender las luces?». Poco después, una luz delicada iluminó desde el techo, y todos comenzaron a aplaudir; todo seguido de risas, comentarios y «gracias, gracias». El esposo de mi amiga apagó el celular, tomó los cubiertos y nos dijo a todos: «¡Sea la luz! Ahora, ¡comamos!».

    Nuestra noche sombría se convirtió en una celebración con la simple presión de un botón. Pero cuánto más importante es conocer la fuente de la luz verdadera. Dios mismo expresó estas palabras asombrosas el primer día cuando creó el universo:«Sea la luz; y fue la luz»

    (Génesis 1:3)

    . Y luego, «vio Dios que la luz era buena»

    (v. 4)

    .

    La luz expresa el gran amor de Dios por nosotros. Ella nos señala a Jesús, «la luz del mundo»

    (Juan 8:12)

    , quien nos saca de la oscuridad del pecado. Al caminar en su luz, encontramos el sendero brillante hacia una vida que glorifica al Hijo.

    Él es el regalo más resplandeciente del mundo.

    Patricia Raybon

    10 de enero

    El milagro de la nieve blanca

    ISAÍAS 1:15-20

    … si vuestros pecados fueren como la grana,

    como la nieve serán emblanquecidos…

    —Isaías 1:18

    En el siglo xvii, Isaac Newton usó un prisma para estudiar cómo nos ayuda la luz a ver los diferentes colores. Descubrió que cuando la luz atraviesa un objeto, este parece poseer un color específico. Mientras que un simple cristal de hielo luce transparente, la nieve está formada por muchos cristales de hielo compactados. Cuando la luz pasa por los cristales, la nieve parece ser blanca.

    La Biblia menciona otra cosa que tiene un color determinado: el pecado. Mediante el profeta Isaías, Dios confrontó los pecados del pueblo de Judá y los describió «como la grana» y «rojos como el carmesí». Pero prometió que «como la nieve [serían] emblanquecidos»

    (Isaías 1:18)

    . ¿De qué manera? Judá debía alejarse de sus maldades y buscar el perdón de Dios.

    Gracias a Jesús, tenemos acceso permanente al perdón de Dios. Jesús se autodenominó «la luz del mundo», y dijo que todo el que le sigue «no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida»

    (Juan 8:12)

    . Cuando ponemos nuestra fe en Él, Dios nos perdona, y somos vistos a través de la luz de la cruz de Cristo. Es decir que Dios nos ve como ve a Jesús: sin pecado.

    No tenemos que obsesionarnos con la culpa y la vergüenza de lo que hicimos, sino aferrarnos a la verdad del perdón de Dios, que nos hace blancos como la nieve. Linda Washington

    11 de enero

    Receta bíblica

    PROVERBIOS 17:19-22

    El corazón alegre constituye

    buen remedio, mas el espíritu triste

    seca los huesos.

    —Proverbios 17:22

    A menudo, Jorge y Elisa tienen una «noche de chistes» mientras cenan con sus cuatro hijos de edad escolar. Cada uno cuenta chistes que leyeron, escucharon o inventaron durante la semana. Esta tradición ha generado recuerdos divertidos; incluso, las risas han ayudado a levantar el ánimo de los niños en días difíciles.

    C. S. Lewis escribió sobre los beneficios de las charlas alegres alrededor de una mesa: «Nada bajo el sol vale ni la mitad de lo bueno que es que una familia ría mientras come».

    Proverbios 17:22 habla de la sabiduría de fomentar un corazón alegre, y ofrece una «receta» para sanar el alma y mejorar la salud: «El corazón alegre constituye buen remedio; mas el espíritu triste seca los huesos». Este medicamento cuesta poco y trae grandes resultados.

    Todos necesitamos esta receta bíblica. Las conversaciones alegres pueden resolver desacuerdos y ayudarnos a tener paz aun después de un examen estresante en la escuela o un día difícil en el trabajo. Las risas entre familiares y amigos suelen crear un lugar seguro donde todos se sienten queridos.

    ¿Necesitas incorporar más risas en tu vida como un «buen remedio» para tu espíritu? Recuerda que tienes el estímulo de las Escrituras para cultivar un corazón alegre. Lisa M. Samra

    12 de enero

    Poco pero significativo

    2 CORINTIOS 1:8-11

    En quien esperamos que aún nos librará […];

    cooperando también vosotros a favor nuestro

    con la oración.

    —2 Corintios 1:10–11

    El día empezó como cualquier otro, pero terminó en una pesadilla. Ester (no es su nombre verdadero) y varios cientos de mujeres fueron secuestradas de su internado por un grupo militante religioso. Al mes, fueron liberadas, excepto Ester, que rehusó negar a Cristo. Leer con mi amiga sobre ella y otros que son perseguidos por su fe nos conmovió. Queríamos hacer algo, pero ¿qué?

    Al escribir a la iglesia de Corinto, el apóstol Pablo compartió sobre sus dificultades en Asia Menor. La persecución era tan intensa que él y sus compañeros «[perdieron] la esperanza de conservar la vida»

    (2 Corintios 1:8)

    . No obstante, las oraciones de los creyentes lo sostuvieron

    (v. 11)

    . Aunque estaban a muchos kilómetros de distancia, Dios escuchó sus plegarias. Aquí se esconde un misterio asombroso: el Soberano ha escogido usar nuestras oraciones para llevar a cabo sus propósitos. ¡Qué privilegio!

    Hay algo que podemos hacer hoy también: orar por los marginados, oprimidos, golpeados, torturados e, incluso a veces, asesinados por su fe en Cristo, para que experimenten el consuelo y aliento de Dios, y sean fortalecidos con la esperanza mientras permanecen firmes con Cristo. Poh Fang Chia

    13 de enero

    «Lo amo, como un mundo entero»

    1 JUAN 4:7-19

    … Dios es amor; y el que permanece

    en amor, permanece en Dios,y Dios en él.

    —1 Juan 4:16

    Mi sobrina de tres años, Jenna, tiene una expresión que siempre me derrite el corazón. Cuando le encanta algo (realmente lo ama) —ya sea pastel de banana, saltar en el trampolín o jugar frisbee— exclama: «Lo amo, como un mundo entero», acompañando ese «mundo entero» con expresivos movimientos de los brazos.

    A veces, me pregunto: ¿Cuándo fue la última vez que me atreví a amar de ese modo? ¿Sin guardarme nada; totalmente sin miedo?

    «Dios es amor», escribió Juan una y otra vez

    (1 Juan 4:8, 16)

    ; y quizá porque la verdad de que el amor de Dios —no nuestro enojo, temor o vergüenza— es la base más profunda de la realidad, a los adultos nos cuesta «entenderlo».

    Pero en medio del engaño y las luchas de poder que dividen al mundo

    (vv. 5-6)

    , la verdad del amor de Dios permanece, como una luz en la oscuridad, invitándonos a conocer el sendero de la humildad, la confianza y el amor

    (1:7-9; 3:18)

    . Sin importar qué verdades dolorosas manifieste la luz, podemos saber que seguiremos siendo amados

    (4:10, 18; Romanos 8:1)

    .

    Cuando Jenna se inclina y me susurra: «¡Te amo, como un mundo entero!». Yo le respondo: «¡Yo te amo a ti, como un mundo entero!», y doy gracias al recordar que la gracia y el amor de Dios hacia mí son ilimitados. Monica Brands

    14 de enero

    Gozo en situaciones difíciles

    HABACUC 3:16-19

    Con todo, yo me alegraré en el Señor,

    y me gozaré en el Dios de mi salvación.

    —Habacuc 3:18

    Cada vez que mi amiga no podía atender mi llamada, el contestador de su teléfono me invitaba a dejar un mensaje. La grabación terminaba con un «¡Que tengas un día maravilloso!». Al reflexionar en esa frase, pensé que no depende de nosotros que cada día sea «maravilloso», ya que algunas circunstancias son devastadoras. Pero si lo pienso bien, sin importar las circunstancias, mi día siempre manifiesta algo hermoso y redentor.

    Habacuc no enfrentaba circunstancias fáciles. Por ser profeta, Dios le había mostrado que vendrían días en que ni las cosechas ni el ganado producirían

    (3:17)

    . Se necesitaría más que optimismo para soportar esas dificultades futuras, e Israel caería en una pobreza extrema.

    A pesar de todo, Habacuc dijo que se alegraría en el Señor y que se gozaría en Él

    (v. 18)

    , proclamando su esperanza en el Dios que proveería la fuerza para andar por lugares difíciles

    (v. 19)

    .

    A veces, atravesamos épocas de profundo dolor y problemas. Pero sin importar lo que hayamos perdido —o hayamos querido y no pudimos conseguir—, como Habacuc, podemos regocijarnos en nuestra relación con un Dios amoroso. Aunque parezca que ya no nos queda nada, el Señor nunca nos dejará ni nos abandonará

    (Hebreos 13:5)

    . Él es quien da «alegría en lugar del espíritu angustiado»

    (Isaías 61:3)

    . Kirsten H. Holmberg

    15 de enero

    Otra oportunidad

    MIQUEAS 7:1-3, 18-20

    Él […] sepultará nuestras iniquidades,

    y echará en lo profundo del mar todos

    nuestros pecados.

    —Miqueas 7:19

    En la tienda de bicicletas Segunda Oportunidad, los voluntarios arreglan bicicletas desechadas y las donan a niños pobres. Su fundador, Ernie Clark, también las da a adultos necesitados, sin hogar, discapacitados y a veteranos militares que luchan por sobrevivir en la vida civil. No solo las bicicletas tienen una segunda oportunidad, sino que también los receptores logran a veces empezar de nuevo.

    Las segundas oportunidades pueden transformar una vida; en especial, cuando vienen de Dios. El profeta Miqueas exaltó esa gracia cuando Israel se arrastraba entre sobornos, fraude y otros pecados despreciables, y se lamentó: «Ya no hay en el país gente misericordiosa. Ya no hay una sola persona honrada» 

    (Miqueas 7:2 rvc)

    .

    Miqueas sabía que Dios tenía derecho a castigar la maldad, pero que por amor, les daría otra oportunidad a los que se arrepintieran: «¿Qué otro Dios hay como tú, que perdona la maldad y olvida el pecado del remanente de su pueblo?»

    (v. 18 rvc)

    .

    Nosotros también podemos regocijarnos de que Dios no nos abandona si le pedimos perdón por nuestros pecados. Como declaró Miqueas sobre Dios: «Tú volverás a tener misericordia de nosotros, sepultarás nuestras iniquidades, y arrojarás al mar profundo todos nuestros pecados»

    (v. 19 rvc)

    . Patricia Raybon

    16 de enero

    Fuera de contexto

    JUAN 20:13-16

    … se volvió, y vio a Jesús que estaba allí;

    mas no sabía que era Jesús.

    —Juan 20:14

    Mientras esperaba para subir al avión, alguien me tocó el hombro. Me di vuelta y recibí un cálido saludo: «¡Elisa! ¿Te acuerdas de mí? ¡Soy Joan!». La conocía, pero no sabía de dónde. ¿Había sido mi vecina? ¿Una compañera de trabajo? Ay… no me acordaba.

    Percibiendo mi lucha, respondió: «Nos conocimos en la secundaria». Y entonces recordé: los partidos de fútbol de los viernes por la noche, alentando desde las tribunas. En cuanto se aclaró el contexto, la reconocí.

    Después de la muerte de Jesús, María Magdalena fue al sepulcro de madrugada y encontró la piedra corrida y que el cuerpo no estaba

    (Juan 20:1-2)

    . Corrió a contarles a Pedro y a Juan, quienes regresaron con ella a la tumba vacía

    (vv. 3-10)

    . Pero María se quedó afuera, angustiada. Cuando Jesús apareció, ella «no sabía que era Jesús»

    (v. 14)

    ; pensó que era el hortelano

    (v. 15)

    .

    ¿Por qué no pudo reconocer a Jesús? ¿Su cuerpo resucitado era tan distinto que le resultó difícil hacerlo? ¿Su tristeza la encegueció? ¿O fue quizá —como me sucedió a mí—porque Jesús estaba «fuera de contexto»: vivo en el huerto en vez de muerto en la tumba?

    ¿Cómo podríamos no reconocer a Jesús cuando aparece en nuestra cotidianidad; durante la oración, la lectura bíblica o susurrándonos al corazón? Elisa Morgan

    17 de enero

    Dos es mejor

    ECLESIASTÉS 4:9-11

    Mejores son dos que uno; porque

    tienen mejor paga de su trabajo.

    —Eclesiastés 4:9

    En 1997, en el Triatlón Ironman, en Hawái, dos mujeres luchaban para llegar a la meta. Exhaustas, perseveraban con piernas tambaleantes, hasta que ambas cayeron al suelo. Veinte metros antes de la llegada, una empezó a arrastrarse, seguida por la otra. La multitud rugía con aplausos. Tras llegar una de ellas y caer en brazos de sus asistentes, se dio vuelta y extendió su brazo para tomar de la mano a su compañera y ayudarla a alcanzar la meta. Cruzando en cuarto y quinto lugar, hicieron que todos los presentes gritaran en aprobación a su accionar.

    Estas jóvenes fueron una inspiración para muchos. La imagen de competidores perseverando juntos me quedó en la mente, confirmando la verdad fortalecedora de Eclesiastés 4:9-11.

    No debe avergonzarnos reconocer que necesitamos ayuda en la vida

    (v. 9)

    ; en especial, porque no podemos negar sinceramente nuestras necesidades o esconderlas de nuestro Dios omnisciente. En un momento u otro, todos caemos, ya sea física o emocionalmente. Saber que no somos los únicos puede consolarnos mientras seguimos adelante. A medida que nuestro Padre celestial nos ayuda, también nos capacita para ayudar a otros que tienen necesidades, lo que también hace que estos sepan que no están solos. Xochitl E. Dixon

    18 de enero

    Promesas antiguas

    NÚMEROS 6:22-27

    El Señor te bendiga,

    y te guarde.

    —Números 6:24

    En 1979, el Dr. Gabriel Barkay y su equipo descubrieron dos rollos de plata en un cementerio de la ciudad antigua de Jerusalén. En 2004, después de años de cuidadosa investigación, los eruditos confirmaron que eran los textos bíblicos más antiguos existentes, y que habían sido enterrados en 600 a.C. Lo más conmovedor es que esos rollos contienen la bendición sacerdotal que Dios quería expresar sobre su pueblo: «El Señor te bendiga, y te guarde; el Señor haga resplandecer su rostro sobre ti»

    (Números 6:24-25)

    .

    Al dar esta bendición, Dios les mostró a Aarón y sus hijos (a través de Moisés) cómo bendecir al pueblo en nombre de Él. Los líderes debían memorizar las palabras tal como Dios las había dado, para decirlas exactamente como Él lo deseaba. Observa cómo enfatizan que Dios es quien bendice, al mencionar tres veces «el Señor». Además, dos veces dice «te» y cuatro veces, «ti», lo que refleja cuánto quiere Dios que su pueblo reciba su amor y su favor.

    Reflexiona un momento en el hecho de que los fragmentos más antiguos existentes de la Biblia mencionan el deseo de Dios de bendecir. Son un recordatorio de su amor abundante y de que quiere relacionarse con nosotros. Si hoy te sientes solo, aférrate a la promesa de estas antiguas palabras. Que el Señor te bendiga y te guarde. Amy Boucher Pye

    19 de enero

    ¡No lo olvides!

    HECHOS 1:1-11

    … viéndolo ellos, fue alzado,

    y le recibió una nube que le ocultó

    de sus ojos.

    —Hechos 1:9

    Junto con mi sobrina y su hija Kailyn, de cuatro años, pasamos una hermosa tarde de sábado juntas. Jugamos con pompas de jabón en el patio, coloreamos un libro de princesas y comimos sándwiches de mantequilla de maní y mermelada. Cuando subieron al auto para irse, Kailyn gritó dulcemente por la ventanilla abierta: «No te olvides de mí, tía Anne». Caminé rápido hacia el coche y susurré: «Nunca podría olvidarte. Te prometo que te veré pronto».

    En Hechos 1, los discípulos observaban cuando Jesús, «viéndolo ellos, fue alzado» al cielo

    (v. 9)

    . Me pregunto si pensaron que su Maestro podría olvidarse de ellos. Pero Él acababa de prometer enviar al Espíritu Santo para que viviera en ellos y los capacitara para enfrentar la persecución que seguiría

    (v. 8)

    . También les había enseñado que iba a preparar un lugar para ellos y que regresaría para llevarlos con Él

    (Juan 14:3)

    . Aun así, probablemente se preguntaron cuánto tendrían que esperar. Tal vez quisieron decir: «¡No te olvides de nosotros, Jesús!».

    Para los que hemos puesto nuestra fe en Jesús, Él vive en nosotros mediante el Espíritu Santo. Quizá nos preguntemos cuándo volverá y nos restaurará por completo. Pero sucederá sin duda… Él no se olvidará de nosotros. «Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros»

    (1 Tesalonicenses 5:10-11)

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