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Mañanas con Spurgeon
Mañanas con Spurgeon
Mañanas con Spurgeon
E-book756 páginas11 horas

Mañanas con Spurgeon

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Sobre este e-book

Estas meditaciones fueron escritas por Charles H. Spurgeon, conocido como el "príncipe de los predicadores" en la Inglaterra del siglo XIX, y forman parte de uno de los devocionales mas amados de la historia de la iglesia.
Los diversos temas relevantes, la intimidad con Cristo, la vida de oración, la perseverancia en las pruebas, entre otros, son abordados en profundidad y de forma práctica. En este devocionario encontraras:
– Una lectura devocional diaria
– La biografía del autor, que arroja luz sobre el contexto histórico de los mensajes
– Un lenguaje actual, aunque perseverando las características del texto
IdiomaPortuguês
Data de lançamento19 de out. de 2021
ISBN9781646411795
Mañanas con Spurgeon
Autor

Charles H. Spurgeon

Charles H. Spurgeon (1834-1892), nació en Inglaterra, y fue un predicador bautista que se mantuvo muy influyente entre cristianos de diferentes denominaciones, los cuales todavía lo conocen como «El príncipe de los predicadores». El predicó su primer sermón en 1851 a los dieciséis años y paso a ser pastor de la iglesia en Waterbeach en 1852. Publicó más de 1.900 sermones y predicó a 10.000,000 de personas durante su vida. Además, Spurgeon fue autor prolífico de una variedad de obras, incluyendo una autobiografía, un comentario bíblico, libros acerca de la oración, un devocional, una revista, poesía, himnos y más. Muchos de sus sermones fueron escritos mientras él los predicaba y luego fueron traducidos a varios idiomas. Sin duda, ningún otro autor, cristiano o de otra clase, tiene más material impreso que C.H. Spurgeon.

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    Mañanas con Spurgeon - Charles H. Spurgeon

    1 DE ENERO

    … comieron de los frutos de la tierra de Canaán aquel año. JOSUÉ 5:12

    El agotador deambular de Israel había terminado, y el prometido reposo se había alcanzado. Ya no más tiendas, serpientes venenosas, amalecitas violentos y rugidos salvajes; habían llegado a la tierra que manaba leche y miel, y comieron de su antiguo grano. Tal vez este año, amado lector, este sea tu caso o el mío. La perspectiva es de alegría, y si la fe se ejercita activamente, será un año de puro placer. Estar con Jesús en el reposo reservado para el pueblo de Dios es, en realidad, una esperanza que nos anima; y esperar esta gloria tan pronto es una bendición doble. La incredulidad se estremece ante el río Jordán, que aún se interpone entre nosotros y la buena tierra, pero descansemos en la certeza de que ya hemos vivido más males que los que la peor muerte puede causarnos. Rechacemos todo pensamiento temible y regocijémonos con enorme alegría en la perspectiva de que, este año, comenzaremos a estar «para siempre con el Señor».

    Una parte de las huestes celestiales pasará por la tierra este año para cumplir el servicio a su Señor. Si esto sucede también con nosotros, no hay motivo para que este versículo de Año Nuevo no siga siendo una realidad: «Pero los que hemos creído entramos en el reposo». El Espíritu Santo es la garantía de nuestra herencia. Él nos concede la anticipación de la gloria. En el cielo, los ángeles viven en completa seguridad, y así también estamos nosotros, preservados en Cristo Jesús. Allí, ellos triunfan sobre sus enemigos, y nosotros triunfamos también. Los espíritus celestiales disfrutan la comunión con su Señor, y esto no nos es negado. Ellos descansan en su amor, y nosotros tenemos perfecta paz en Él. Ellos cantan alabanzas, y también es nuestro privilegio alabarlo. Este año, recojamos frutos celestiales en el suelo terrenal donde la fe y la esperanza han transformado el desierto en el huerto del Señor. El hombre comió el alimento de los ángeles en el pasado, ¿y por qué no ahora? ¡Ah, por gracia, alimentémonos de Jesús y comamos así del fruto de la tierra de Canaán este año!

    2 DE ENERO

    Perseverad en la oración… COLOSENSES 4:2

    Es interesante observar cuán extensa es la porción de las Sagradas Escrituras que habla de la oración, ya sea proveyendo ejemplos, reforzando preceptos o anunciando promesas. En cuanto abrimos la Biblia, leemos: «Entonces los hombres comenzaron a invocar el nombre del Señor»; y cuando estamos a punto de cerrar el libro, el «Amén» de una fervorosa súplica llega a nuestros oídos. Los casos son abundantes. Aquí encontramos a un Jacob en conflicto; allá a un Daniel que oraba tres veces al día; y también a un David que, desde el fondo de su corazón, clamaba a su Dios. En el monte, vemos a Elías; en el calabozo, a Pablo y Silas. Tenemos una multitud de mandamientos y una infinidad de promesas. ¿Qué nos enseña esto además de la sagrada importancia y la necesidad de la oración? Podemos estar seguros de que todo aquello que Dios dejó destacado en su Palabra es porque pretende que sea notorio en nuestra vida. Si el Señor habló tanto sobre la oración, es porque sabe cuánto la necesitamos. Nuestras necesidades son tan profundas que, hasta que lleguemos al cielo, no debemos dejar de orar. ¿No quieres nada? Entonces, me temo que no tienes conciencia de tu pobreza. ¿No hay ninguna misericordia que pedirle a Dios? Entonces, ¡que la misericordia del Señor te muestre tu miseria! Un alma sin oración es un alma sin Cristo. La oración es el balbuceo del recién nacido espiritual, el grito del luchador, el réquiem del santo que muere en Jesús. Es la respiración, el lema, el consuelo, la fuerza y la honra del cristiano. Si eres hijo de Dios, procurarás el rostro del Padre y querrás vivir en su amor. Ora para que este año seas santo, humilde, fervoroso y paciente; tengas una comunión más íntima y directa con Cristo; y participes con más frecuencia en el banquete de su amor. Ora para ser un ejemplo y una bendición para otros, y para que puedas vivir más para la gloria de tu Señor. El lema para este año debe ser: «Perseverad en la oración».

    3 DE ENERO

    … te daré por pacto al pueblo… ISAÍAS 49:8

    Jesucristo es en sí mismo la suma y la esencia del pacto, y una de sus dádivas. Es propiedad de todos los que en Él creen. Cristiano, ¿puedes imaginar lo que has recibido en Cristo? «Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad». Considera la palabra «Dios» y su infinitud, y a continuación, medita en el «hombre perfecto» y toda su belleza. Todo lo que tuvo o puede tener Cristo como Dios y hombre es tuyo; por pura gracia, otorgado a ti para ser tu propiedad vincular para siempre. Nuestro bendito Jesús, como Dios, es omnisciente, omnipresente, omnipotente. ¿No te consuela saber que todos esos atributos enormes y gloriosos son tuyos? ¿Tiene Él poder? Pues ese poder es tuyo para apoyarte y fortalecerte, para que puedas vencer a tus enemigos y para preservarte hasta el final. ¿Tiene Él amor? Bien, no existe una gota de amor en su corazón que no sea tuya. Puedes sumergirte en el océano inmenso de su amor y decir de todo ello: «Es mío». ¿Acaso Él es justo? Puede parecer un atributo severo, pero incluso eso es tuyo, ya que Él, en su justicia, garantizará que todo lo que te fue prometido en el pacto de la gracia esté asegurado para ti. Y todo eso que Él tiene como hombre perfecto es tuyo. En su condición de hombre perfecto, el gozo del Padre estaba sobre Él. Se destacaba aceptado por el Altísimo. Ah, cristiano, la aceptación de Cristo por parte de Dios es también la tuya. ¿No sabes que el amor del Padre revelado en el Cristo perfecto está en ti ahora? Todo lo que Cristo hizo es tuyo. Esa justicia perfecta operada por Jesús cuando, en su vida irreprensible, guardó la ley y la honró es tuya y te es imputada. Cristo está en el pacto.

    Dios mío, tuyo soy, ¡qué consuelo divino!

    ¡Qué bendición saber que el Salvador es mío!

    En el Cordero celestial, triplemente feliz yo soy,

    y mi corazón ciertamente danza de tu nombre al son. (Trad. lit.).

    4 DE ENERO

    … creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo…

    2 PEDRO 3:18

    «Creced en la gracia»; no solo en una gracia, sino en toda. Crece en esa raíz de la gracia que es la fe. Cree en las promesas con más fuerza que nunca. Permite que la fe crezca en plenitud, constancia y simplicidad. Crece también en amor. Pide que tu amor pueda crecer, ser más intenso, más práctico; que influya en cada pensamiento, palabra y acción. Asimismo, crece en humildad. Esfuérzate en menguar y saber más sobre tu propia insignificancia. A medida que menguas humildemente, busca también crecer hacia lo alto, acercándote más a Dios en oración y teniendo una relación más íntima con Jesús. Que Dios, el Espíritu Santo, te capacite para crecer en «el conocimiento de nuestro Señor y Salvador». Aquel que no crece en el conocimiento de Jesús rechaza ser bendecido. Conocerlo es «vida eterna», y crecer en el conocimiento de Él es aumentar en felicidad. Aquel que no anhela conocer más de Cristo no sabe nada de Él todavía. Quien ha bebido de ese vino tendrá sed de beber más, porque aunque Cristo ciertamente satisface, aun así, esa satisfacción es tal que el apetito no se empalaga, sino que se estimula. Si conoces el amor de Jesús, así como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, tú también desearás alcanzar la profundidad de su amor. Si no deseas conocerlo mejor, no lo amas, porque el amor siempre exclama: «Más cerca, más cerca». La ausencia de Cristo es el infierno; pero la presencia de Jesús es el cielo. Por tanto, no te conformes sin un conocimiento creciente de Jesús. Busca saber más sobre Él en su naturaleza divina, en su relación humana, en su obra consumada, en su muerte, en su resurrección, en su gloriosa intercesión presente y en su advenimiento futuro como Rey. Permanece bien cerca de la cruz y descubre el misterio de sus heridas. Un aumento del amor por Jesús y una mejor comprensión de su amor por nosotros es una de las mayores pruebas de crecimiento en la gracia.

    5 DE ENERO

    Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas. GÉNESIS 1:4

    La luz bien podía ser buena, dado que surgió de aquella declaración de bondad: «sea la luz». Nosotros, que la disfrutamos, deberíamos ser más agradecidos por ella de lo que lo somos, y ver más de Dios en y a través de ella. La luz física, según Salomón, es suave, agradable, pero la luz del evangelio es infinitamente más preciosa porque revela cosas eternas y ministra a nuestra naturaleza inmortal. Cuando el Espíritu Santo nos da luz espiritual y abre nuestros ojos para que contemplemos la gloria de Dios en la faz de Jesucristo, vemos el pecado en sus colores verdaderos y a nosotros mismos en nuestra verdadera posición; vemos al santísimo Dios como Él se revela, el plan de misericordia tal como Él lo expone y el mundo por venir como la Palabra lo describe. La luz espiritual tiene muchos rayos y colores prismáticos, pero sean ellos conocimiento, gozo, santidad o vida, todos son divinamente buenos. Si la luz recibida es pues tan buena, ¡cómo debe de ser la luz esencial y cómo de glorioso el lugar donde Él se revela! Oh, Señor, puesto que la luz es tan buena, danos más de ella, y más de ti mismo, la Luz verdadera.

    Aunque haya una cosa buena en el mundo, una separación es necesaria. La luz y la oscuridad no tienen comunión; Dios las separó, no las confundamos. Los hijos de la luz no deben tener comunión con las obras, las doctrinas o los engaños de las tinieblas. Los hijos del día deben ser sobrios, honestos y valientes en la obra de su Señor, dejando las obras de la oscuridad para aquellos que morarán en ella para siempre. Nuestras iglesias, por disciplina, deberían separar la luz de las tinieblas; y nosotros, por nuestra distintiva separación del mundo, deberíamos hacer lo mismo. Al juzgar, al actuar, al escuchar, al enseñar, al buscar compañías, debemos discernir entre lo precioso y lo vil, y mantener la gran distinción que el Señor hizo en el primer día del mundo. Oh, Señor Jesús, sé nuestra luz a lo largo de todo este día, pues tu luz es la luz que alumbra a los hombres.

    6 DE ENERO

    Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.

    1 PEDRO 5:7

    Una forma alegre de calmar la tristeza es sentir que «Él cuida de mí». ¡Cristiano! No deshonres la religión con tu ceño fruncido en constante preocupación. Ven, entrega tu carga a tu Señor. Andas tambaleándote con un peso que a tu Padre no le costaría nada cargar. Lo que a ti te parece una pesada carga será para Él tan sólo un poco de polvo en la balanza. Nada es tan dulce como…

    Descansar en las manos de Dios,

    y no conocer otra cosa sino su voluntad.

    Oh, hijo del sufrimiento, sé paciente. Dios no te ha negado su providencia. Él, que alimenta a los pajarillos, también te dará lo que necesitas. No te entregues a la desesperación; ten esperanza, espera siempre. Levanta los brazos de la fe contra el mar de problemas, y aun tu lucha pondrá fin a la angustia. Hay Alguien que cuida de ti. Sus ojos están fijos en ti, su corazón late piadosamente a causa de tu infortunio y su mano omnipotente traerá la ayuda que te hace falta. Las nubes más sombrías deben dispersarse en lluvias de misericordia. La tristeza más profunda dará lugar a la mañana. Él, si formas parte de su familia, cerrará tus heridas y curará tu corazón roto. No dudes de su gracia por causa de tu tribulación, sino cree que Él te ama tanto en las temporadas de problemas como en las horas de alegría. ¡Qué vida serena y tranquila llevarás si dejas la provisión en las manos del Dios de la providencia! Con un poco de aceite en la vasija y un puñado de harina en la tinaja, Elías sobrevivió al hambre, y tú harás lo mismo. Si Dios tiene cuidado de ti, ¿por qué has de preocuparte tú también? ¿Eres capaz de confiarle tu alma pero no tu cuerpo? El Señor nunca se negó a aliviar tu carga, nunca cayó derribado por su peso. Entonces, ¡ven, alma! No estés inquieta y deja todas tus preocupaciones en las manos del Dios de la gracia.

    7 DE ENERO

    Porque para mí el vivir es Cristo…

    FILIPENSES 1:21

    El cristiano no siempre vive para Cristo. Comienza a hacerlo cuando el Espíritu Santo lo convence de su pecado y cuando, por gracia, es llevado a ver al Salvador muriente que lo remite de su culpa. A partir del instante de su nuevo nacimiento celestial, el hombre comienza a vivir para Cristo. Para los cristianos, Jesús es la perla de gran precio por quien estamos dispuestos a dar todo lo que tenemos. Conquistó de tal manera nuestro amor que nuestro corazón late solo por Él; para su gloria viviríamos, y en defensa del evangelio moriríamos. Él es el estándar de nuestra vida y el modelo a partir del cual debemos esculpir nuestro carácter. Las palabras de Pablo significan más de lo que la mayoría de las personas piensa: indican que el objetivo y la finalidad de su vida era Cristo; o mejor aún, que su vida misma era Jesús. En las palabras de un santo de la antigüedad, Pablo comía, bebía y dormía vida eterna. Jesús era su respiración, el alma de su alma, el corazón de su corazón, la vida de su vida. Como cristiano profeso, ¿puedes decir que vives de esa manera? ¿Puedes decir con sinceridad que para ti el vivir es Cristo? Y tus negocios, ¿los realizas para Cristo? ¿No los haces para engrandecimiento personal o para el bienestar de tu familia? Preguntas esto: «¿Es esta la razón principal?». Para el creyente, lo es. Profesa vivir para Cristo; ¿cómo puedes vivir para otro objetivo sin cometer adulterio espiritual? Hay muchos que practican este principio en alguna medida, pero ¿quién puede atreverse a decir que vivió totalmente para Cristo como lo hizo el apóstol? Sin embargo, eso por sí solo es la verdadera vida de un cristiano; su origen, su sustento, su forma de ser, su fin, todo reunido en un nombre: Jesucristo. Señor, acéptame. Aquí me presento orando para vivir solamente en ti y para ti. Déjame ser como el toro que se coloca entre el arado y el altar, para trabajar o para ser sacrificado; y permite que mi lema sea: «Preparado para cualquiera de las dos».

    8 DE ENERO

    … las faltas cometidas en todas las cosas santas…

    ÉXODO 28:38

    ¡Qué gran velo es levantado con estas palabras, y qué gran declaración encontramos aquí! Será aleccionador y provechoso que hagamos una pausa y observemos esta triste visión. Las iniquidades de nuestra adoración pública, con su hipocresía, formalidad, tibieza, irreverencia, corazón errante y olvido del Señor, ¡qué medida completa tenemos ahí! Nuestro trabajo para el Señor, con su fingimiento, egoísmo, descuido, negligencia, incredulidad, ¡qué enormidad de profanaciones encontramos allí! Nuestros devocionales individuales, con su laxitud, frialdad, apatía, somnolencia y vanidad, ¡qué montaña de tierra árida revela! Si miramos con más cuidado, deberíamos descubrir que esa iniquidad es mucho mayor de lo que aparenta a simple vista. El Dr. Payson (N. del E.: predicador norteamericano del siglo XVIII), escribiendo a su hermano, dice: «Mi congregación, así como mi corazón, se asemejan mucho al huerto del perezoso. Y lo que es peor, creo que muchos de mis deseos de mejorar ambos vienen del orgullo, la vanidad o la indolencia. Miro las malezas que se extienden por mi huerto y exhalo un deseo sincero de que sean erradicadas. Pero ¿por qué? ¿Qué mueve ese anhelo? Tal vez lo que deseo es poder salir y decirme a mí mismo: ¡Qué bien cuidado está mi huerto!. Esto es orgullo. O quizá sean mis vecinos los que miren por encima de la cerca y digan: ¡Qué bien florece tu jardín!. Esto es vanidad. O tal vez deseo la destrucción de las malezas porque estoy cansado de quitarlas. Esto es indolencia». Así, pues, aun nuestros deseos de santidad pueden ser contaminados por motivaciones viles. Los gusanos se esconden bajo los prados más verdes; no necesitamos buscar mucho para descubrirlos. Cómo me anima la idea de que, cuando el sumo sacerdote cargaba sobre sí la iniquidad de las cosas santas, llevaba en su frente las palabras: «Santidad al Señor». E incluso cuando Jesús carga nuestro pecado, no presenta ante su Padre nuestra vileza, sino su propia santidad. ¡Oh, que por gracia, veamos a nuestro Sumo Sacerdote con los ojos de la fe!

    9 DE ENERO

    … yo seré a ellos por Dios…

    JEREMÍAS 31:33

    ¡Cristiano!, aquí tienes todo lo que puedes requerir. Para ser feliz, quieres algo que te satisfaga; ¿y no es esto suficiente? Si puedes derramar esta promesa en tu vaso, ¿acaso no dirás con David: «mi copa está rebosando, tengo más de lo que el corazón puede desear»? Cuando esto se cumple —yo seré a ellos por Dios—, ¿no posees todas las cosas? El deseo es insaciable como la muerte, pero aquel que lo llena todo en todos puede cumplirlo. ¿Quién puede medir la capacidad de nuestros deseos? Pero la riqueza inconmensurable de Dios puede hacer que desborde sin medida. Entonces, te pregunto: ¿No tienes suficiente cuando Dios es tuyo? ¿Quieres alguna otra cosa aparte de Él? ¿El Señor no es suficiente para satisfacerte si todo lo demás falla? Pero tú deseas algo más que una tranquila satisfacción; quieres un placer arrebatador. Ven, alma, aquí está para ti toda la música celestial, porque Dios es el Hacedor del cielo. Ni toda la música que brota de instrumentos de viento o que surge de cuerdas vibrantes puede producir una melodía tan dulce como esta promesa: «yo seré a ellos por Dios». He aquí un mar profundo de bendición, un océano ilimitado de placer. Ven, baña tu espíritu en él. Nada sin parar y no encontrarás la orilla. Sumérgete por toda la eternidad y no alcanzarás el fondo. «Yo seré a ellos por Dios». Si esto no hace que tus ojos brillen ni que tu corazón lata de felicidad con más fuerza, es indudable que tu alma no está sana. Pero quieres más que los placeres actuales. Deseas algo sobre lo que puedas ejercitar la esperanza. ¿Y qué puedes esperar más que el cumplimiento de esta gran promesa: «yo seré a ellos por Dios»? Esta es la obra maestra de todas las promesas; disfrutarla hace de acá abajo un cielo, y hará también un cielo allá arriba. Habita en la luz de tu Señor y deja que tu alma sea cautivada por su amor. Disfruta del meollo y la grosura que esta porción te ofrece. Vive a la altura de sus privilegios y regocíjate con gozo inefable.

    10 DE ENERO

    Por lo demás, me está guardada la corona de justicia…

    2 TIMOTEO 4:8

    ¡Tú que dudas!, aunque digas con frecuencia: «Temo no entrar nunca en el cielo», ¡no tengas miedo! Todos los hijos de Dios entrarán allí. Me encanta la singular expresión de un moribundo que exclamó: «No me da miedo ir a casa; ya están allí todos los míos; el dedo de Dios está en el pestillo de mi puerta y estoy preparado para dejarlo entrar». «Pero —dijo alguien— ¿no tienes miedo de haber perdido tu herencia?». «No —respondió él—, hay una corona en el cielo que el ángel Gabriel no puede usar y que solo cabe en mi cabeza. Hay un trono en el cielo donde el apóstol Pablo no se puede sentar; fue hecho para mí y voy a tenerlo». ¡Ah, cristiano, qué pensamiento más gozoso! Tu porción está reservada: Por tanto, queda un reposo. «Pero ¿no puedo perderlo?». No, es inalienable. Si soy hijo de Dios, no lo perderé. Es tan cierto que será mío como si ya estuviera allí. Ven conmigo, cristiano, y sentémonos en la cumbre del Nebo y miremos la tierra fértil, hasta Canaán. ¿Ves aquel pequeño río de muerte que brilla a la luz del sol, y más allá, observas los pináculos de la ciudad eterna? ¿Percibes el país agradable y a todos sus alegres habitantes? Debes saber, entonces, que si pudieras volar hasta allí, verías escrito sobre una de sus muchas mansiones: «Esta está reservada para tal persona; reservada solo para ella. Será arrebatada para habitar eternamente con Dios». Pobre de ti que dudas, mira tu justa herencia; es tuya. Si crees en el Señor Jesús, si te has arrepentido del pecado, si tu corazón ha sido renovado, si eres uno de los hijos del Señor, hay un lugar reservado para ti, una corona preparada para ti y un arpa especialmente provista para ti. Ningún otro recibirá lo que es tu porción; está reservada en el cielo para ti. Y tendrás todo esto en breve, porque no habrá tronos vacíos en la gloria cuando todos los escogidos estén reunidos.

    11 DE ENERO

    … éstos no tienen raíces…

    LUCAS 8:13

    Alma mía, examínate esta mañana a la luz de este texto. Recibiste la Palabra con alegría; ella estremeció tus sentimientos y te causó una vívida impresión; pero recuerda: recibir la Palabra con los oídos es una cosa, y aceptar a Jesús en tu alma es otra muy distinta. Las emociones superficiales se asocian habitualmente con el endurecimiento del corazón, y una impresión vívida de la Palabra no siempre es duradera. En la parábola, una de las simientes cayó sobre un suelo de piedras cubierto por una fina capa de tierra. Cuando la simiente comenzó a echar raíces, la dura piedra obstaculizó su crecimiento, y entonces, gastó su fuerza en empujar el brote verde lo más alto posible, pero al no tener la humedad interior que proviene del alimento de la raíz, la planta se secó. ¿Es este mi caso? ¿He aparentado piedad pero sin tener una vida interior que se correspondiera con ella? El buen crecimiento sucede hacia arriba y hacia abajo al mismo tiempo. ¿Estoy enraizado en sincera fidelidad y amor a Jesús? Si mi corazón permanece endurecido en vez de fertilizado por la gracia, la buena semilla puede germinar durante una estación, pero al final, se secará, porque no puede florecer en un corazón duro que no se haya quebrantado, que no haya sido santificado. Permíteme que sienta temor de una santidad tan rápida en el crecimiento así como carente de resistencia, semejante a la calabacera de Jonás; permíteme hablar del precio de ser un seguidor de Jesús. Y por encima de todo, permíteme sentir la fuerza de su Santo Espíritu, y entonces, tendré una simiente duradera y resistente en mi alma. Si mi mente permanece tan inflexible como era por naturaleza, el sol de la prueba la quemará, y mi duro corazón ayudará a aumentar terriblemente el calor sobre esa semilla mal cubierta. Entonces, mi religión morirá pronto y mi desesperación será terrible. Por lo tanto, oh, Sembrador celestial, sea yo arado primero, y entonces, la verdad se lance sobre mí y me permita producir una cosecha abundante.

    12 DE ENERO

    Y vosotros de Cristo…

    1 CORINTIOS 3:23

    Eres de Cristo. Eres suyo por donación, porque el Padre te ha dado al Hijo. Eres comprado por sangre, porque Él pagó el precio de tu redención. Eres suyo por dedicación, porque consagraste tu vida a Él. Por parentesco, porque recibiste su nombre y has sido hecho uno de sus hermanos y coherederos. Trabaja de manera práctica para mostrar al mundo que eres el siervo, el amigo, la esposa de Cristo. Cuando te sientas tentado a pecar, responde: «No puedo cometer tan grande maldad, porque soy de Cristo». Principios inmortales prohíben que un amigo de Cristo peque. Cuando la riqueza esté ante ti para conquistarla de forma pecaminosa, di que eres de Cristo y no la toques. ¿Estás expuesto a dificultades y peligros? Permanece firme en el día malo, recordando que eres de Cristo. ¿Te encuentras entre algunos que se quedan con los brazos cruzados sin hacer nada? Levántate para trabajar con todas tus fuerzas; y cuando el sudor se deslice por tu rostro y te sientas tentado a desistir, grita: «No, no puedo parar porque soy de Cristo. Si no hubiera sido comprado por sangre, tal vez actuaría como Isacar, agachado entre dos fardos, pero soy de Cristo y no puedo perder el tiempo». Cuando el canto de placer de la sirena intente sacarte del camino de la rectitud, responde: «Tu música no puede hechizarme; soy de Cristo». Cuando seas llamado para la causa de Jesús, entrega tus bienes y a ti mismo, porque eres de Cristo. Nunca ocultes lo que profesas. Sé siempre uno de aquellos cuyo comportamiento es cristiano, cuyo discurso es como el del Nazareno, cuya conducta y manera de hablar está tan impregnada del cielo que todos los que te vean sepan que perteneces al Salvador, reconociendo en ti sus rasgos de amor y su semblante de santidad. «¡Soy romano!», era en la antigüedad una razón para ser íntegro; mucho más, entonces, que tu argumento de santidad sea: «¡Soy de Cristo!».

    13 DE ENERO

    Josafat había hecho naves de Tarsis, las cuales habían de ir a Ofir por oro; mas no fueron, porque se rompieron en Ezión-geber.

    1 REYES 22:48

    Los navíos de Salomón volvieron a salvo, pero los de Josafat nunca llegaron a la tierra del oro. La providencia prospera a uno y frustra el deseo del otro en el mismo asunto y en el mismo lugar; a pesar de ello, el gran Soberano es tan bueno y sabio en una ocasión como en la otra. Hoy, al recordar este texto, que podamos tener la gracia de bendecir al Señor por los barcos rotos en Ezión-geber, así como por aquellos cargados con bendiciones temporales; que no envidiemos a los que tienen más éxito ni murmuremos por nuestras pérdidas como si se nos estuviera probando singular y especialmente. Como Josafat, seamos preciosos a los ojos del Señor, aunque nuestros planes acaben en decepción.

    La razón secreta de la pérdida de Josafat también es digna de atención, ya que es la raíz de buena parte del sufrimiento del pueblo del Señor: su alianza con una familia pecadora, su amistad con pecadores. En 2 Crónicas 20:37, la Biblia nos dice que el Señor envió a un profeta para declarar: «Por cuanto has hecho compañía con Ocozías, el Señor destruirá tus obras». Fue un castigo paterno que, al parecer, se transformó en una bendición para él, ya que en el versículo siguiente de nuestro texto, encontramos a Josafat negándose a permitir que sus siervos navegaran en los mismos barcos junto con los del rey malvado. Dios quería que la experiencia de Josafat fuese un aviso para el resto del pueblo del Señor, ¡para que evitaran el yugo desigual con los incrédulos! Una vida infeliz es normalmente el destino de aquellos que se unen en matrimonio —o en cualquier otra forma que escojan— con personas incrédulas. ¡Oh, por amor a Jesús, que seamos, como Él, santos, inocentes, sin mancha y apartados de los pecadores! Pues si no somos así, podemos esperar escuchar muchas veces: «el Señor destruirá tus obras».

    14 DE ENERO

    … grande para salvar…

    ISAÍAS 63:1

    Entendemos las palabras «para salvar» como la totalidad de la gran obra de la salvación, desde el primer deseo santo hasta la santificación completa. Estas palabras son multum in parvo (N. del T.: mucho en poco). En realidad, aquí está toda la misericordia en tres palabras. Cristo no es solo «grande para salvar» a aquellos que se arrepienten, sino también capaz de hacer que las personas se arrepientan. Él llevará al cielo a los que crean, pero además de eso, es grande para dar un nuevo corazón a las personas y operar la fe en ellas. Es grande para hacer que la persona que detesta la santidad la ame, y llevar a aquel que desprecia su nombre a arrodillarse ante Él. No, este no es todo el sentido, pues el poder divino puede asimismo ser contemplado posteriormente. La vida de un creyente es una serie de milagros forjados por el «Dios grande». La zarza arde, pero no se consume. Él es grande para mantener santo a su pueblo después de haberlo santificado, y para preservarlo en su temor y amor hasta consumar su existencia en el cielo. El poder de Cristo no yace en hacer que una persona crea y luego dejarla para que se desplace sola, sino que Aquel que comienza la buena obra, la lleva adelante. Él, que concede el primer germen de vida a un alma muerta, prolonga la existencia divina y la fortalece hasta que rompa absolutamente todo vínculo con el pecado, y el alma deje la tierra, perfeccionada en gloria. Cristiano, hay ánimo en esto. ¿Estás orando por alguien a quien amas? Ah, no desistas de tus oraciones, pues Cristo es «grande para salvar». Tú eres incapaz de recuperar al rebelde, pero tu Señor es todopoderoso. Aférrate a ese poderoso brazo y levántalo para llevar adelante su fuerza. ¿Te molesta tu situación? No temas, pues su fuerza es suficiente para ti. Sea para comenzar con otros o para continuar la obra en ti, Jesús es «grande para salvar». La mejor prueba de ello es que Él te ha salvado. ¡Misericordia a millares es que no hayas descubierto que Él es grande para destruir!

    15 DE ENERO

    … haz conforme a lo que has dicho.

    2 SAMUEL 7:25

    Las promesas de Dios no deben ser dejadas de lado como papel viejo; están destinadas a ser usadas. El oro de Dios no es el dinero del avaro, sino que ha sido acuñado para negociar. Nada agrada más a nuestro Señor que ver sus promesas en circulación. Ama ver a sus hijos llevándolas ante Él y diciendo: «Señor, haz conforme a lo que has dicho». Glorificamos a Dios cuando rogamos por sus promesas. ¿Crees que Dios se volvería más pobre por darte las riquezas que te prometió? ¿Piensas que será menos santo si te da su santidad? ¿Imaginas que será menos puro al lavarte de tus pecados? Él dijo: «Venid luego […] y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana». La fe se aferra a la promesa de perdón, y no vacila diciendo: «Esta es una promesa preciosa, ¿será verdadera?», sino que va directamente al trono con ella y clama: «Señor, aquí está tu promesa; haz conforme a lo que has dicho». Nuestro Señor responde: «Hágase contigo como quieres». Cuando un creyente toma una promesa, si no la lleva a Dios, está deshonrándolo. Pero cuando corre al trono de la gracia y exclama: «Señor, no tengo nada en mi favor excepto esto: haz conforme a lo que has dicho», su deseo le será otorgado. Nuestro Banquero celestial se deleita en poner en efectivo sus billetes. No dejes nunca que la promesa se corroa. Saca la palabra de la promesa de su vaina y úsala con santa vehemencia. No creas que molestarás a Dios, que serás inoportuno cuando le recuerdes sus promesas. Él ama escuchar el clamor de las almas necesitadas. Para Él, es un placer conceder favores. Él está más pronto para oír que tú para pedir. El sol no se cansa de brillar ni la fuente de verter agua. Es parte de la naturaleza de Dios cumplir sus promesas; por lo tanto, ve ya mismo al trono y di: «Haz conforme a lo que has dicho».

    16 DE ENERO

    … yo te ayudaré —declara el Señor—…

    ISAÍAS 41:14 (LBLA)

    Esta mañana, escuchemos al Señor Jesús diciéndonos a cada uno de nosotros: «Yo te ayudaré. Para mí, tu Dios, ayudarte es algo realmente pequeño. Piensa en lo que ya he hecho. ¡Qué! ¿No te he ayudado? Pues, te compré con mi sangre. ¡Qué! ¿No te he ayudado? Morí por ti; y si hice lo más grande, ¿no haré lo más pequeño? ¡Ayudarte! Es lo mínimo que haré. Hice más, y haré más todavía. Antes del inicio del mundo, te escogí. Establecí el pacto por ti. Dejé mi gloria a un lado y me hice hombre por ti. Renuncié a mi vida por ti. Y si hice todo eso, con toda seguridad te ayudaré ahora. Al ayudarte, estaré dándote lo que ya compré para ti. Si necesitas ayuda mil veces, te la daré; requiere poco comparado con lo que estoy dispuesto a dar. Es mucho para ti necesitar, pero no es nada para mí conceder. ¿Te ayudaré? ¡No temas! Si hubiera una hormiga a la puerta de tu granero pidiendo ayuda, no te arruinaría darle un puñado de tu trigo; y tú no eres nada más que un pequeño insecto a la puerta de mi plena suficiencia. Yo te ayudaré».

    ¡Oh, alma mía!, ¿no es esto suficiente? ¿Necesitas más fuerza que la omnipotencia de la Santa Trinidad? ¿Quieres más sabiduría que la que existe en el Padre, más amor que el mostrado por el Hijo o más poder que el que se manifiesta en la influencia del Espíritu Santo? ¡Trae aquí tu cántaro vacío! Sin duda, esta fuente lo llenará. Ven deprisa, reúne tus deseos y tráelos aquí; tu vacío, tus problemas, tus necesidades. He aquí que este río de Dios está lleno para abastecerte. ¿Qué más puedes desear? Sigue adelante, alma mía, en esta fuerza. ¡El Dios eterno es tu ayudador!

    «No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré».

    17 DE ENERO

    Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion…

    APOCALIPSIS 14:1

    El apóstol Juan tuvo el privilegio de mirar a través de los portales del cielo, y al describir lo que vio, comenzó diciendo: «miré, y he aquí el Cordero». Esto nos enseña que el objeto principal de contemplación en la patria celestial es «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo». Nada atrajo tanto la atención del apóstol como la Persona de aquel Ser divino que nos redimió con su sangre. Él es el tema de los cánticos de todos los espíritus glorificados y de los santos ángeles. Cristiano, he ahí tu alegría: miraste y viste al Cordero. Entre lágrimas, viste al Cordero de Dios quitando tus pecados. Regocíjate, entonces. Dentro de poco, cuando las lágrimas de tus ojos hayan sido enjugadas, verás al mismo Cordero exaltado en su trono. Es la alegría de tu corazón mantener comunión diaria con Jesús. En el cielo, tendrás la misma alegría en un grado más elevado pues disfrutarás de la visión constante de su presencia. Vivirás con Él para siempre. «Después miré, y he aquí el Cordero». Ah, sí, aquel Cordero es el cielo mismo, como dijo el buen Rutherford [N. del E.: teólogo presbiteriano escocés (1600-1661)]: «El cielo y Cristo son lo mismo». Estar con Cristo es estar en el cielo, y estar en el cielo es estar con Cristo. Aquel prisionero del Señor escribe muy dulcemente en una de sus brillantes cartas: «Oh, mi Señor Jesucristo, si pudiera estar en el cielo sin ti, sería un infierno. Y si estuviera en el infierno y todavía te tuviera a ti, sería un cielo para mí, pues tú eres todo el cielo que yo quiero». Es verdad, ¿no es así, cristiano? ¿Acaso tu alma no te dice lo mismo?

    Ni todas las arpas allá arriba

    pueden hacer un lugar celestial

    si Dios su residencia retira

    o esconde de allí su faz.

    Todo lo que necesitas para ser bendecido, bendecido de forma suprema, es «estar con Cristo».

    18 DE ENERO

    Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios.

    HEBREOS 4:9

    ¡Cuán diferente será el estado del cristiano en el cielo comparado con lo que es aquí! Aquí, nace para trabajar y sufrir, pero en la tierra de la inmortalidad, la fatiga se desconoce por completo. Ansioso por servir a su Señor, el cristiano descubre que su fuerza no es igual que su celo. Su clamor constante es: «¡Ayúdame a servirte, oh, mi Dios!». Si es muy activo, tendrá mucho trabajo; no demasiado para lo que desea, pero más que suficiente para su capacidad. Entonces, exclamará: «No estoy cansado del trabajo, sino que estoy cansado en él». ¡Ah, cristiano, el ardiente día de cansancio no dura para siempre; el sol se acerca al horizonte! Saldrá de nuevo con un amanecer más brillante de lo que jamás has visto en la tierra donde sirves a Dios día y noche; y aun así, descansarás de tus trabajos. Aquí, el descanso es parcial; allí, es perfecto. Aquí, el cristiano siempre está inquieto; siente que todavía no ha alcanzado el objetivo. Allí, todo es descanso; ha alcanzado la cumbre de la montaña; ha ascendido al seno de su Dios. Más alto no podrá llegar. ¡Ah, trabajador desgastado, piensa tan solo en cuándo tendrás descanso para siempre! ¿No eres capaz de imaginarlo? Es un descanso eterno; un descanso que aún «queda». Aquí, mis mejores alegrías traen la palabra «mortal» escrita en sus frentes, mis preciosas flores se marchitan, mis delicados vasos se desgastan, mis aves más dulces caen ante las flechas de la muerte, mis días más placenteros son oscurecidos en noches y las mareas abundantes de mi felicidad se hunden en corrientes de tristeza. Pero allí, todo es inmortal; el arpa permanece sin oxidarse, la corona de laureles no se seca, el ojo no pierde su brillo, la voz continúa firme, el corazón no se altera y el ser inmortal es totalmente absorbido en un placer infinito. ¡Día feliz! ¡Feliz!, cuando la mortalidad sea absorbida por la vida y el eterno día de reposo comience.

    19 DE ENERO

    … Lo busqué, y no lo hallé.

    CANTARES 3:1

    Dime dónde perdiste la compañía de Cristo y te diré el lugar más probable para encontrarlo. ¿Perdiste a Cristo en tu habitación, orando menos? Entonces, es ahí donde debes buscar y encontrarlo. ¿Perdiste a Cristo al pecar? No encontrarás a Cristo de otra forma que no sea apartándote del pecado y buscando en el Espíritu Santo hacer morir el miembro en el que habita la lujuria. ¿Perdiste a Cristo descuidando la lectura de las Escrituras? Debes encontrar a Cristo en ellas. Este es un dicho veraz: «Busca algo donde lo dejaste, y allí estará». Por tanto, busca a Cristo donde lo perdiste, porque Él no se ha marchado. Pero es un trabajo arduo volver a Jesucristo. Bunyan escribe que el peregrino consideró que lo más difícil

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