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Uma Nova Era: Os quatros elementos
Uma Nova Era: Os quatros elementos
Uma Nova Era: Os quatros elementos
E-book505 páginas7 horas

Uma Nova Era: Os quatros elementos

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Sobre este e-book

24 de junho de 2016. Um Apocalipse atingiu a Terra. O mundo tal como o conhecemos foi destruído. No entanto, a humanidade não foi aniquilada em sua integralidade. Natan percorre o planeta, acompanhado por seu tio Yizrah, em busca de seu irmão, Eyal, a quem perdeu neste fatídico dia. Sua busca vai levá-los a descobrir um novo mundo, à encontrar pessoas de diferentes horizontes e à viver aventuras mais trepidantes do que poderia pretender oferecer-lhes sua antiga vida. Eles vão descobrir que este Apocalipse representa para a humanidade uma segunda chance.

IdiomaPortuguês
EditoraBadPress
Data de lançamento22 de ago. de 2018
ISBN9781507128985
Uma Nova Era: Os quatros elementos

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    Uma Nova Era - Chris Red

    CHRIS RED

    Une Ère Nouvelle

    Les Quatre Éléments

    ––––––––

    ROMAN

    Le code de la propriété intellectuelle n’autorisant, aux termes de l’article L. 122-5, 2° et 3° a, d’une part, que les « copies ou reproductions strictement réservées à l’usage privé du copiste et non destinées à une utilisation collective » et, d’autre part, que les analyses et les courtes citations dans un but d’exemple et d’illustration, « toute représentation ou reproduction intégrale ou partielle faite sans le consentement de l’auteur ou de ses ayants droit ou ayants cause est illicite » (art. L. 122-4).

    Cette représentation ou reproduction, par quelque procédé que ce soit, constituerait donc une contrefaçon, sanctionnée par les articles L. 335-2 et suivants du Code de la propriété intellectuelle.

    Droits d’auteur © 2014 Les Quatre Éléments : Une Ère Nouvelle – Chris Red

    www.chrisreduniverse.com

    A Hélène y Olivia.

    Prólogo

    Un hombre meditaba, sentado al borde de un acantilado frente a un mar agitado cuya espuma rompía contra las laderas de este muro rocoso. Detrás suyo, una tierra calcinada, de un rojo en otro tiempo inhabitual en este rincón del planeta, la vegetación se había vuelto escasa. El escrutaba desde el fin de este desierto sin nombre el horizonte iluminado por un cielo anaranjado que se mezclaba a la perfección con el aspecto de este clima árido. Completamente aislado de toda civilización, sus pensamientos se perdían en el abismo. Se quedó allí, sentado, una pierna se balanceaba tranquilamente en el vacío, haciendo así desmoronarse algunas piedras que caían al agua... ¿En qué podía pensar? ¿Soñaba en la humanidad tal como había sido en otro tiempo? El inicio del siglo XX se había distinguido por los crecientes conflictos, cada vez más violentos, rebeliones de pueblos, todo esto en un clima ambiental hostil. Si los hombres habían empezado a destruirse entre ellos, las catástrofes naturales poco a poco fueron avanzando hacia la extinción de cualquier forma de civilización extendida. Todas las discriminaciones y diferenciaciones de nacionalidades o razas habían desaparecido, la naturaleza había alineado a todos los hombres sobre la misma base de igualdad, como seres humanos impotentes ante las fuerzas telúricas, que sólo ellas tienen el poder de moldear el planeta a su gusto.

    A partir de la segunda década, los terremotos, las erupciones volcánicas, los huracanes y otros tsunamis se recrudecieron y sucedían a un ritmo cotidiano: apareció una nueva geografía, nuevos continentes y nuevos climas. Todo lo que el hombre había levantado durante milenios fue destruido en poco tiempo. Los sistemas económicos y políticos se habían hundido y llegaron a ser inútiles, las fronteras se habían vuelto rápidamente obsoletas. Cada día representaba una prueba de supervivencia, los hombres se veían obligados a ayudarse mutuamente mientras que las religiones perdían su sentido. Todos los cimientos de la humanidad se hundían como un juego de naipes, además violento.

    Las rivalidades se multiplicaban y alcanzaron su punto de no retorno, hasta provocar una tercera guerra mundial. Todo aconteció a un ritmo increíblemente acelerado, todos aquellos que profanaban los valores de los que se jactaban eran derribados de su pedestal por una fuerza que les era infinitamente superior. Desde entonces, cada hombre tenía su propio destino en sus manos. Y algunos habían sobrevivido. Se trataba de una lucha que era medida en años... ¿Cuántos? Nadie, entre los supervivientes, no lo sabía exactamente, se había abandonado el calendario, la Humanidad se había reencontrado sumergida en una nueva era... Un Nuevo Mundo, al que se enfrentaba Natán, inmerso en su experiencia en la cumbre de su vida. En la memoria de los hombres, sólo quedaba grabada una fecha, el 24 de junio del 2016. La tierra no había dejado de mandar advertencias a los hombres. Las catástrofes se producían con regularidad en los lugares que iban a sufrir la mayor parte del Apocalipsis. De todos modos, los hombres no habían interpretado como era preciso las señales que la tierra madre intentaba transmitirles. Todo lo contrario, habían intentado a toda costa adaptarse donde no se debían quedar, a imagen de las islas situadas a lo largo del cinturón de fuego en el océano Pacifico, que la mayor parte de ellas fueron tragadas.

    Mientras que Natán meditaba frente a un océano que se extendía todo lo que alcanzaba la vista, la vida seguía su camino en un apacible pueblo situado a alrededor de un kilómetro del majestuoso acantilado. A pesar del clima árido, se había desarrollado cerca del mar una pequeña comunidad. Al principio, se instaló una familia de supervivientes indigentes, sin saber ni donde ni como ir.  A lo largo del tiempo, algunos supervivientes errantes en busca de otros supervivientes se encontraron... En efecto, la solidaridad había vuelto a ser moneda de curso en el planeta, la inseguridad cotidiana y el miedo al prójimo, que reinaban en las ciudades urbanas del periodo de hegemonía tecnológica de la especie humana, habían desaparecido. Cada cual poseía sus propias cualidades y sus propias competencias que ponía a disposición de su prójimo. Poco a poco, se iban abriendo a una nueva consciencia, a imagen de Natán, quien, liberado de las limitaciones materiales del Antiguo Mundo, podía liberar su espíritu y abrirse a nuevas capacidades. El caos no se había probado solamente negativo, había permitido a Natán y a otros purificar su espíritu a fin de realizarse como humanos, yendo a buscar en lo más profundo de su organismo la clave que les permita superarse. Natán apenas asimilaba que estaba destinado a un futuro de mensajero. Por lo menos, había comprendido que se había iniciado una nueva era, un periodo en el que la Humanidad poseía el privilegio de revelarse. Pero antes de emprender la aventura y seguir la evolución del héroe de este relato, a saber, el joven Natán, debemos volver atrás y evocar con más detalle la historia de la comunidad de Jalalah. 

    El Despertar

    Capítulo 1:Jalalah

    Ahmed Jalalah, he aquí un nombre bien conocido en esta pequeña comunidad. Este hombre, antiguamente de creencia musulmana, estaba perdido con su pequeña familia, compuesta por su mujer, su joven hija y su madre, que era bastante mayor y había logrado prolongar la duración de su existencia a pesar de la avalancha de catástrofes que se habían abatido sobre el planeta. A la vista del precario estado de salud de la decana, Ahmed decidió plantar los pies en el suelo, decentemente no podía seguir buscando un lugar más próspero o instalarse sin arriesgar la muerte de aquella que le trajo al mundo, y la idea de abandonar...  bueno, no se le había cruzado por la cabeza ni por el espacio de una milésima de segundo ; el mar estaba cerca, encontraría la forma de pescar, dormirían en una tienda que llevaban consigo hasta encontrar el medio de establecer un hábitat seguro para todos. Los primeros tiempos no fueron fáciles, atendía como podía las necesidades de su familia, mientras que su mujer y su hija cuidaban de su madre. Esto duró semanas, meses, no sabía realmente. A pesar de los esfuerzos empleados por la familia Jalalah para mantener con vida a la abuela, una mañana, no se levantó. No, ella no era prisionera de un sueño cualquiera, su alma había abandonado su cuerpo... A pesar de la pena que les había afligido, venían de tan lejos que no podían dejar de vivir; fue erigida una sepultura decente en su honor, y habían decidido seguir su camino feliz aquí. ¿Dónde ir? Después de todo, aquí se habían adaptado a esta vida, estaban unidos, apiñados, y en el fondo de su corazón, eran felices. No dependían más que de ellos mismos y no de un sistema del que eran tan solo figuras de pequeños peones entre muchos otros que habían pasado. Antaño, el tiempo valía dinero. En lo sucesivo, esto no significaba nada. Y Ahmed se tomó la molestia de explorar los alrededores, en busca de recursos y materiales. Resulta que era muy hábil con sus diez dedos; consiguió levantar una pequeña casa hecha de arcilla, a acondicionarla de una manera sencilla, pero práctica. Los suyos gozaban de un techo para vivir y de un paisaje, ciertamente árido, pero no menos magnífico. Les gustaba juntarse al atardecer para admirar la puesta de sol en el mar y ocultarse tras el horizonte. Y, poco a poco, era como si la vida reencontrara su camino, la vegetación recuperaba sus colores; realmente, no era exuberante, pero la familia Jalalah empezaba a desarrollar su pequeño huerto, así como a encontrar un poco de madera. De hecho, el principal problema respecto a la alimentación: el pescado estaba cada día en el menú.

    Se sucedían los días, hasta que un día se produjo un evento. La familia Jalalah no hubiera imaginado nunca que eso fuera posible. Ahmed regresaba de la pesca, se sentía muy satisfecho, había traído con lo que saciar a sus dos mujercitas, que descansaban tranquilamente mientras que un calor asfixiante se abatía sobre su modesto dominio. Había pasado la mañana pescando, nada le procuraba más placer, estaba solo, en comunión con la naturaleza, y no dejaba de pensar en la felicidad que iba a suscitar a las dos mujeres de su vida.  Estas le esperaban con impaciencia. Frecuentemente, si Ilhâm, su mujer, estaba dormida, apaciblemente, Farah, su joven hija, no dormía, aguardaba el regreso de su padre, lanzándose frecuentemente con euforia a sus brazos. Este día, cuando volvió y se hallaba a unos pasos de la puerta de entrada, su hija no le había oído, ella no se precipitó. Pero a pesar de todo le llamó la atención, se quedó inmóvil, su vista se coaguló, sus ojos se quedaron abiertos de par en par, inmóviles. Dos hombres se acercaban a lo lejos, uno más grande que el otro, se diría que eran padre e hijo. Para él era imposible determinar cuánto tiempo hacía que no sentía la presencia de otros humanos. La última vez, fue en pleno caos, los gritos, el llanto y el pánico quedaban como su último recuerdo de la compañía de los hombres, era cada cual por su pellejo. En la histeria general, cada cual no pensaba más que en sí mismo y sus allegados. Les observaba de lejos mientras se iban acercando. Con mano temblorosa, depositó en el suelo los peces que había pescado para la comida... Seguidamente, se frotó los ojos... Antes de abrirlos... Los dos hombres seguían avanzando en su dirección... No, no se trata de un espejismo... Tampoco estaba soñando, esta mañana estaba seguro de estar bien despierto, a pesar de un breve momento de duda...

    « ¡Ilhâm! ¡Farah! », gritó. « ¡Es preciso que vengáis enseguida! ¡Ilhâm! ¡Farah! ¡Es increíble! »

    Después de haber estado como ido por espacio de unos segundos, la excitación tomó la delantera, la felicidad de no volverse a sentir solo invadía su corazón. Era preciso que lo vieran su mujer y su hija y compartieran este momento con él, y pronto, con los dos desconocidos.

    « ¡Papa! ¡Has tardado mucho! ¿Qué ocurre?, ¿Que nos has traído? », gritó Farah.

    Ella pronto fue seguida por Ilhâm, quien veía a su marido con esta misma mirada amorosa que debía haber puesto en él a raíz de su encuentro.

    « ¿Qué ocurre querido? ¿A qué viene tanto entusiasmo? ¿Has vencido a una ballena? », dijo bromeando.

    « Ya me hubiera gustado... Una ballena no tendría ninguna oportunidad contra mi querida, tú lo sabes bien... Pero mirad sobre todo allí», dijo señalando con el dedo en la dirección de los nuevos recién llegados.

    Después de llegar a la altura de Ahmed, mientras que las dos mujeres Jalalah avanzaban charlando hacia él, sus miradas se posaron a lo lejos ante ellas. Se aproximaban dos formas un poco borrosas, andando tranquilamente bajo un sol ardiente. Proseguían hacia ellos, serenamente, provistos de mochilas. A medida que se iban acercando, la familia reunida que pataleaba de impaciencia se pudo dar cuenta que no se trataba de un espejismo. Ya no estaban solos. No sentían ningún miedo, solo alegría y curiosidad. Encontrar hombres se convertía claramente en la cosa más trepidante y palpitante que les había ocurrido. Llevaban una vida apacible y tranquila, hasta ahora, ningún evento digno de interés había venido a turbar su tranquilidad.

    Ahora, los dos hombres estaban cerca, las gotas de sudor cubrían sus frentes, miraban en su dirección, esbozando una breve sonrisa que parecía expresar un cierto alivio. Y, todos a la vez, los últimos representantes de la familia Jalalah saludaron con la mano a sus futuros invitados, sus manos se agitaban en el aire, enviando un mensaje positivo a sus destinatarios. El de más edad respondió con un gesto elegante, llevó sus dedos a la altura de su sombrero y lo levantó, antes de restituirlo a la cabeza, dejando aparecer sus largos cabellos rubios. A su lado, el más joven se contentó con esbozar una sonrisa. A penas unos pasos... El tiempo estaba como en suspenso, los dos hombres llegaron a la altura de la pequeña familia reunida para una ocasión particular. Se tomaron su tiempo en contemplarles. El hombre no era muy alto para su edad, era más pequeño que su sobrino que le acompañaba, su piel oscura y su pelo moreno encajaban totalmente con el decorado. Las que parecían ser su mujer y su hija estaban dotadas con el mismo tinte de piel. Las dos mostraban largas cabelleras morenas que caían hasta los hombros. La hija tenía los mismos ojos negros almendrados que su padre, pero sus pequeñas mejillas mofletudas parecían proceder de su madre. De todas formas no perdieron el tiempo en examinarlas y el mayor empezó la conversación:

    « ¡Ah! ¡Da gusto encontrar señales de vida! »  

    « ¡A quien se lo dice! ¡Ustedes deben estar extenuados de andar bajo este calor! », respondió Ahmed.

    « No le diré que no. Hace horas que andamos, y estábamos llegando a un curso de agua cuando hemos visto a lo lejos su casita... »

    « Pasen dentro, justo ahora íbamos a preparar la comida, saben, antes que ustedes no hemos recibido jamás una visita, son ustedes bienvenidos », le interrumpió Ahmed.

    Ilhâm y Farah asintieron con la cabeza, la pequeña de piel oscura había mostrado su más bella sonrisa, sin duda su corazón latía con fuerza, ella observaba meticulosamente a los dos invitados inesperados del día. El primero era alto, forzudo, de hombros cuadrados, una mirada sincera de penetrantes ojos azules, su cabellera rubia sobresalía por debajo de su sombrero, llevaba un pantalón descolorido, zapatos viejos, ropas todas usadas... Estaba segura que gozaba de alguna ropa de recambio, pero mostraba clase, la chica estaba admirada. No lo estaba menos desde que puso su mirada en el joven que le acompañaba, estaba deslumbrada: una cara regordeta, ojos azules de una claridad y una pureza cristalinas, una banda roja enterrada bajo sus espesas greñas rubias. El estilo de la vestimenta era idéntico, camisa a cuadros y pantalón descolorido por el tiempo; sin duda su compañero era un manantial de inspiración para él, esto saltaba a la vista. Mientras que Farah estaba fascinada, Ahmed e Ilhâm les invitaron a entrar. Los dos hombres esbozaron una breve sonrisa, llena de reconocimiento, antes de acceder. Sus ojos echaron un vistazo rápido a la pequeña casa, modesta, muy poco amueblada, pero sin embargo acogedora. Las formas curvas diseñaban el techo y particularmente la entrada a cada habitación, mientras que los pequeños escalones parecían servir de descansillos entre el salón y cada una de las otras piezas. Igualmente se habían dispuesto ramas en ciertas fachadas al igual que en el techo. Yizrah ignoraba como Ahmed había sido capaz de hacerlo pero el efecto producido era sorprendente. De pie ante el hogar de la chimenea que había construido el mismo, Ahmed les propuso acomodarse: « Vamos, temo no poderles ofrecer más que el suelo como asiento, les voy a traer bebida, » dijo Ahmed.

    « Gracias por su bondad y acogida. Pero hemos faltado a la primera regla de la cortesía, no nos hemos presentado. Yo me llamo Yizrah, y aquí mi sobrino, Natán. »

    « Encantado Yizrah, me llamo Ahmed, y les presento a mis más preciados tesoros, mi hija Farah, y mi mujer, Ilhâm. »

    Los dos tesoros orientales en cuestión se sentaron a los lados de Yizrâh y de Natán, alrededor de una mesa baja de arcilla, concebida por Ahmed. Éste último les reunió rápidamente con una jarra de agua, hecha con tierra cocida, lo qué les pareció una bendición, Natán no había perdido de vista a Ahmed ni un sólo segundo. Éste volvió inmediatamente a ocuparse de los pescados para preparar la comida. Estaban todos sentados en el suelo alrededor de la mesa. Y éste fue el inicio de una muy larga conversación, se quedaron dentro de la casa durante toda la tarde evocando sus historias personales. Los anfitriones contaron como habían llegado hasta allí, la situación con la abuela de la pequeña, su decisión de instalarse, sus actividades cotidianas... Yizrah y Natán contaron a su vez su historia, en fin, sobre todo Yizrah. Natán permaneció bastante en silencio, prefirió dejar a su tío al cuidado de la narración. Este explicó en efecto con mucha cortesía, calma, y parecía cautivar a sus interlocutores. Durante sus peregrinaciones, habían encontrado algunas comunidades, descubriendo cada día nuevos pueblos que se organizaban poco a poco, esparcidos por el mundo. Habían reencontrado formas de vida y habían podido constatar que la naturaleza volvía a tomar su sitio. Algunas comarcas se volvían florecientes, mientras que otras aún seguían de momento desérticas. No obstante, tío y sobrino no habían dejado de explorar el planeta después de haber perdido cualquier rastro de su familia. Como explicó Yizrah, no se habían lanzado a un caminar permanente simplemente por el gusto del descubrimiento y del viaje.

    « Desafortunadamente, os debo decir que no solamente hemos explorado nuestro bello planeta solamente para darnos cuenta de las consecuencias geográficas que había sufrido después del Apocalipsis. Como ustedes, hemos tenido nuestros pequeños problemas familiares, diría yo », afirmó lanzando un vistazo furtivo al encuentro con Natán, cuyos ojos casi lagrimosos contemplaban el aura de su tío.

    Era como si Yizrah pidiera permiso a su sobrino para confiarse a sus nuevos amigos. La tristeza que se leía en los ojos del joven era perceptible para los adultos que notaban como una forma de malestar invadía a Natán. Ahmed se apresuró a dar otro giro a la conversación, no deseando inmiscuirse en su intimidad y hurgar en alguna herida aún sin cerrar.

    Sin embargo, Natán se encogió de hombros, tal vez por arrogancia, deseando mostrar que eso a penas le importaba mientras que un resplandor melancólico se reflejaba en sus ojos pretendía todo lo contrario.

    « Tu puedes hablar, después de todo, ellos nos han confiado su historia sin reservas. »

    Yizrah esbozó una pequeña mueca mezcla de satisfacción y sorpresa.

    « Bien, esto va en tu honor, Natán. »

    Y es así como empezó un largo monólogo de Yizrah contando sus esfuerzos por sobrevivir a raíz del Apocalipsis. El tío se mostró prolijo y en su relato no omitió ningún detalle, el fallecimiento de la madre de Natán, la separación de su hermano, Eyal, y la huida que siguió para dejar la capital de Francia presas de un caos insufrible. Los tres oyentes sentían la emoción como si estuvieran reviviendo esta jornada con ellos. Yizrah se esforzó en explicarse con una cuidada alocución eligiendo cada palabra con minuciosidad. Las palabras que se escapaban de su garganta no solo resonaban en el aire, vibraban en el interior de sus seres y tocaban lo más profundo de sus corazones.

    Ahmed e Ilhâm comprendieron desde entonces cual fue el objeto de su vagabundeo sin fin. Los dos perseguían un objetivo común buscando el reencuentro con el último miembro de su familia que podría haber sobrevivido a este evento planetario. Natán se esforzaba en disimular su emoción así como su cansancio físico.

    El cuerpo y el espíritu están íntimamente unidos, el organismo del sobrino de Yizrah mostraba a los demás el mal estar que lo envenenaba un poco, lo que particularmente no escapó a Ahmed.

    « En todo caso, Yizrah, ustedes no pueden marcharse ahora, somos sus anfitriones, por lo menos van a pasar aquí la noche. Deben estar extenuados. »

    Los ojos de Natán se tornaban lívidos cada vez que se pronunciaba el nombre de su hermano o se evocaba su existencia. Yizrah no había nacido ayer, había dado un rodeo para que Ahmed se refiriera a su sobrino. Opinó antes de seguir:

    « Creo que debemos dejar descansar a Natán, sugirió haciendo un guiño a este último quien esbozó una sonrisa llena de cansancio y alivio. Pero a usted Ahmed, reanudó, me gustaría mostrarle algo fuera si le parece bien.

    « ¡Usted me intriga Yizrah! »

    Fuera ya había caído la noche, habían conversado durante horas y horas. Ilhâm aprovechó este momento para mandar a Farah a la cama y disponer lo necesario para que Natán descanse bien. Él no se hizo de rogar, y se durmió enseguida. Durante este tiempo, Yizrah y Ahmed habían huido discretamente bajo un cielo, ¡Oh cuantas estrellas!

    « Ah, son bellas las estrellas, suspiró Yizrah elevando los ojos al cielo. »

    « ¡Espero que no me esté tirando los tejos Yizrah! », respondió Ahmed. Después de todo, no sé si usted ha tenido tiempo de hacer conquistas con la vida que ha llevado, añadió deslizando un guiño a su nuevo acólito. »

    Yizrah le miró de reojo y murmuró:

    « Desconfié Ahmed... Desconfié... » 

    Y los dos hombres se pusieron a reír.

    « Ah, Yizrah, es bueno encontrar nuevas personas, debo confesar que incluso siendo felices juntos, es agradable reencontrar un contacto humano.

    -Y yo, le debo confesar que me gustaría que nos tuteáramos. ¿Está de acuerdo?

    « Si, tienes razón, la vida se ha vuelto tan sencilla, como simplificar nuestras relaciones. »

    Yizrah extrajo un saquito de su bolsillo, lo desplegó, y sacó lo que parecían raramente cigarrillos. Le tendió uno a Ahmed:

    « ¿Tu fumas? »

    « En otro tiempo, sí. Pero ya hace mucho. ¿Dónde has encontrado tabaco? », le preguntó.

    « Bien, con Natán, nos cruzamos en el camino de una comunidad algo extensa, de nombre Jameston como te hemos contado antes. Ellos gozan de una tierra y de unos entornos fértiles, tienen diversas plantaciones, de verduras, de fruta, pero también de tabaco. »

    « Es fascinante. Nosotros no hemos tenido la felicidad de encontrar a otros individuos en nuestro camino. Nos sentimos abandonados a nosotros mismos, » confesó Ahmed.

    « Si, entiendo. También nosotros hemos conocido éste sentimiento. Creo que además aun nos obsesiona un poco. Pero ¿me permitirás utilizar el fuego de tu chimenea para encender el cigarrillo? », preguntó Yizrah.

    « Por supuesto, te lo ruego, respondió Ahmed abriéndole la puerta. »

    Si durante el día generalmente reinaba un calor agobiante, las noches con frecuencia eran relativamente frescas, Ahmed había concebido una pequeña chimenea a tal efecto que les permitía mantener por la noche el interior del hábitat a temperatura ambiente. « Toma Ahmed, aprovecha estas hojas de tabaco secadas a la antigua usanza, le dijo tendiéndole un cigarrillo.

    « Gracias amigo, dijo antes de asfixiarse con la primera calada. »

    Yizrah salió viéndole ponerse rojo.

    « Uf, bien, se diría que he perdido el hábito. Gracias de todas formas. Más seriamente, ¿Qué piensas hacer con respecto a Natán? ¿Seguiréis sin descanso recorriendo el mundo para encontrar a su hermano? »

    Yizrah, respondió pensativo:

    « No lo sé... esta no es una vida para él, tengo miedo... que se acerque a muchas cosas, pero si Eyal está ahí... en alguna parte... debemos encontrarle... tengo la impresión que Natán no podrá nunca ser feliz mientras no conozca la verdad. »

    « Entiendo. »

    « Además, a decir verdad, yo, ya he hecho mi vida, he conocido el amor, he perdido a mis allegados, sabes... Pero he vivido, y nada me haría más feliz que encontrar a Eyal y ver a Natán recobrar su alegría de vivir. Lo ha perdido todo, Eyal es su única esperanza. »

    « Eres duro, él no te ha perdido a ti, », replicó Ahmed lanzando a Yizrah una mirada llena de compasión.

    « No... es seguro, no tengo nada más querido que el en este mundo. En cada pueblo que cruzamos, donde no hallamos ninguna pista, ninguna brizna de esperanza, le siento hundirse poco a poco, y esto me carcome. Como te he dicho, hago mi vida, me da un cierto placer explorar el planeta y buscar a Eyal es lo mejor que puedo hacer. Tengo la intuición de que todavía está vivo, estaba vivo la última vez que le vimos, nuestros caminos se han separado por la fuerza de las cosas. Respecto a Natán, es duro... Esta no es una vida para él. Pero jamás abandonará a este pequeño, tengo la impresión, que nada diría que es hijo de su madre, te digo, jamás he conocido a una persona más testaruda que mi hermana... Ahmed... No sé si te das cuenta, pero... tú eres un hombre muy afortunado, así como tu familia... Son raras las familias que no se disgregaron. Vuestra vida fue puesta patas arriba, pero habéis seguido juntos, en el mismo barco. »

    - Soy muy consciente Yizrah. Gracias a mi mujer y a mi hija que he podido conseguir mantener la cabeza sobre los hombros y emprender todo lo que he realizado aquí. »

    Los dos hombres intercambiaron una mirada, a su alrededor reinaba un silencio de catedral, en el interior todo el mundo parecía estar durmiendo. Sus ojos se ahogaron en un cielo repleto de estrellas. Yizrah parecía muy preocupado a pesar del buen entendimiento de los dos hombres, Ahmed había comprendido que había algo que le inquietaba y decidió dar el primer paso:

    « Yizrah, tienes aspecto preocupado, ¿Hay algo de lo que me quieras hablar? »

    « Yo... Bien... Cuando te veo a ti y a tu familia... Es el marco que yo quisiera para Natán... Que por lo menos viva su juventud... Nos hemos comprometido en un camino que temo no le va a hacer feliz... Comprendo su abnegación... pero... »

    « No digas más, he comprendido. Pero tú no puedes abandonar, le destrozaría. »

    « No, yo no puedo, pero el, sí. »

    Los dos hombres intercambiaron una breve mirada, Yizrah bajó los ojos y prosiguió:

    « Dime, tú y tu familia... Vuestra vida está aquí, ¿No es así? No tenéis proyectos de vacaciones en un futuro próximo. »

    Esto hizo sonreír a Ahmed.

    « No, para nosotros, este lugar, es para toda la vida, creo. ¿Porque íbamos a poner en peligro nuestra felicidad? Estamos contentos, y a decir verdad, nunca hemos mencionado la posibilidad de ir a ver otro lugar. »

    « Lo he sentido, en efecto... ¿Amigo, puedo sugerirte una idea? »

    « No sé por qué, pero te veo venir, apenas nos conocemos, pero te comprendo. Se trata de Natán, ¿No es así? »

    « Si, me gustaría confiártelo. He soñado con ello toda la tarde... La forma en que nos has acogido, el aroma de felicidad y de paz que se respira en tu casa... Es lo que necesita Natán... Por supuesto antes de continuar su búsqueda... Si entre tanto yo no lo consigo.»

    « Hacía mucho tiempo que nadie me había hecho tantos cumplidos, me hubiera gustado que fueras mi jefe en la época que trabajaba... De todas formas gracias por tu confianza, será un honor para mí ocuparme de él, pero no lo aceptará. Y, corre el peligro de aburrirse. Además, apenas nos conocemos, pero el se convertirá en un hombre a tu lado, no lo dudó ni un segundo... Es necesario que se endurezca y que aprenda a vivir con sencillez. Le hablaré mañana, si gozo de tu permiso, y también el de Ilhâm.

    « Bien amigo », concluyó Ahmed,

    Los dos hombres se quedaron un breve momento sin intercambiar una sola palabra, solo compartieron el cigarrillo entre ellos, hasta que se hubo consumido del todo. Por un lado, Ahmed pensaba en esta jornada por lo menos sorprendente, y en la eventualidad de un nuevo compañero con ellos. Estaba sobre todo feliz, pero al mismo tiempo sentía compasión por sus dos nuevos amigos. Por otro lado, Yizrah estaba perdido en sus pensamientos, estaba rememorando la jornada transcurrida en compañía de Ahmed y de los suyos, de su calurosa acogida. En seguida, Ahmed le había inspirado confianza, había sabido desde el primer momento que su encuentro no había sido fortuito y que les iba a unir la amistad. Pero también se preocupaba por Natán, estaba seguro que dejar atrás a su sobrino para más tarde volver a buscarlo, el tiempo que este se centra y madura un poco, era lo que debía hacer. Él tenía que hacer su propia búsqueda. Natán no iba a estar de acuerdo, no lo entendería. Al cabo de un momento, Ahmed invitó a Yizrah a entrar para acostarse. Los dos necesitaban descanso.

    La noche era fresca, la casa iluminada por las estrellas que componían la bóveda celeste, todos o casi todos eran presa de un sueño profundo. Sólo Yizrah tenía un mal dormir, demasiado preocupado en reflexionar. Su cerebro no se dignaba en apaciguarse, hasta que el cansancio físico terminó por superar a la tenacidad de su mente. Demasiadas preguntas galopaban por su cabeza. ¿Tenía razón al querer dejar apartado a Natán? ¿Cómo iba a reaccionar?

    A pesar de sus dificultades en conciliar el sueño, Yizrah fue uno de los primeros en despertarse, y esto, mucho antes que Natán. Es preciso decir que este bribonzuelo tenía un sueño pesado y profundo. Lo que él ignoraba, es que en el futuro, pasaría pocas mañanas en este dulce fluir, pues sobre todo, ayudaría a Ahmed en sus tareas cotidianas. El señor iba a tener que levantarse al alba, descubrir un nuevo ritmo al que no estaba acostumbrado, puesto que viajar de pueblo en pueblo le ofrecía la ventaja de no tener que profundizar realmente en el sentido del nombre « trabajo ». Su tío era muy consciente, no deseaba que su sobrino fuera errando toda su vida en busca de un hermano con ínfimas posibilidades de conseguirlo. Era preciso, por lo menos, darle la oportunidad de convertirse en un hombre, a pesar suyo probó la necesidad de endurecerle, de conocer los pequeños desencantos de la vida, de sufrir un poco, pero también de conocer las alegrías, la vida de familia. Todo esto le ayudaría a fortalecerse y a ser menos sensible a las decepciones y a los obstáculos que probablemente aparezcan en el camino que conduce a eventuales reencuentros con su hermano desaparecido.

    Mientras el joven todavía estaba adormecido, por una vez, Ahmed no estuvo sólo al ponerse manos a la obra. Yizrah le acompañó y puso el corazón en ello. Al ver el coraje y la pasión de Ahmed, no dudó ni un segundo de haber tomado la decisión correcta con respecto a Natán. La vida a veces te reserva sorpresas divertidas, se decía él. Está en el momento donde le aguardaba lo que menos pensaba, haber tenido uno de los encuentros más significativos de su trayecto a través del mundo. Ciertamente, Ahmed y su familia vivían totalmente al margen del resto del mundo, pero ellos podían aportar muchas cosas buenas a su sobrino, y sabía que podía contar con ellos, lo que por otra parte era reciproco. Yizrah era de este tipo de hombre que nunca olvida lo que habéis hecho por él, y que si puede os lo devolverá centuplicado. Esta mañana los dos hombres hablaron poco. El anfitrión no deseaba perturbar a su invitado. No ignoraba que él se hallaba en una encrucijada de su vida y que seguramente necesitaba reflexión antes de sellar el destino del ser que le era más querido. Una apacible calma reinaba entre los dos hombres, pero era un silencio tranquilizador. A veces, algunas personas no necesitan hablar o comunicar por cualquier medio para saber que están bien juntos. Era su caso. Los dos hombres temían sobre todo el momento en que tuvieran que explicar a Natán. Por otra parte, uno de los dos lo temía más que el otro.

    Desde el exterior, Natán contemplaba la casa de arcilla de tono anaranjado, que se confundía maravillosamente con el paisaje. Levantó los ojos al cielo, observando la posición del sol, su principal indicador del momento del día desde el Apocalipsis y comprendió que se acercaba la hora de comer. No tenía ni la menor idea de la cantidad de horas que había pasado con los ojos cerrados. Ahora que se había beneficiado de un sueño reparador, su estómago protestaba de hambre. Por encima de todo amaba dos cosas sencillas, dormir y comer bien. Dicho esto, no dormía con demasiada frecuencia tan bien como quisiera. Cuando se echaba por la noche, tenía la impresión de encontrarse cara a cara consigo mismo, cuando no estaba su tío, se sentía abandonado a su mente presa de la duda y a su corazón empañado por la pena. Si la compañía de su tío le permitía durante el día no pensar demasiado en su hermano, a pesar de su búsqueda común; por la noche, el sentimiento era totalmente distinto. En este caso, el cansancio se convertía en su mejor aliado. Habían andado mucho a pleno sol. Encontrarse con unos anfitriones tan acogedores fue algo inesperado, su mente también había estado muy ocupada, se le ofrecía un mini paraíso de paz. Por fin había podido gozar de una de estas largas noches de sueño que tanto ansiaba. Había llegado el momento de alimentarse y recuperar fuerzas para reanudar mejor el camino. Prefería no pensar en qué dirección dar continuidad a su periplo. Concedía una confianza ciega al jefe de familia. La única opción que le quedaba era explorar más y más los múltiples rincones del planeta.

    Durante este tiempo, Farah e Ilhâm le observaban con curiosidad. Él no había percibido su presencia, parecía sumergido en un trance, cuando le vieron estirar todo su cuerpo. Farah se rio, antes de añadir:

    « Hacía mucho tiempo que no habías dormido tanto, ¿no? »

    Sorprendido, Natán se giró, sonrió a la joven y respondió enrojeciendo un poco:

    « Si, estaba extenuado. No había dormido tan bien y tanto tiempo desde... eh... eh bueno, a decir verdad, no me acuerdo cual fue la última vez. »

    « Por un momento, he pensado que no te ibas a despertar nunca, apostilló la pequeña, quien desbordaba de energía. »

    Ilhâm les miraba con curiosidad, se decía que éstos dos habrían podido hacer una excelente pareja. En este momento ella ignoraba que este pequeño sueño pronto se iba a convertir en realidad. Mientras que su querida prole seguía bromeando lo que ella parecía admirar en secreto, vio regresar a los dos trabajadores, con las manos cargadas de vituallas.

    Llegados al lugar, Farah, como tenía por costumbre, se precipitó sobre su padre. Pero esta vez, no era el único con derecho a las chirigotas de la niña. Después, le tocó el turno a Yizrah de verse enlazado por los pequeños brazos de la niña, lo que le relajó un poco. En efecto, su mirada parecía concentrada. Estaba muy preocupado. Natán notó en seguida que su tío parecía alterado. Jamás había visto esta expresión en su cara. Por lo menos, no se acordaba. No pudo evitar observarle, preguntándose por lo que podría ser el objeto de sus reflexiones. Este último no prestaba atención alguna a la forma en que su sobrino le escudriñaba. Se contentó con entrar poco a poco en el juego de la pequeña Farah. Él se agachó, y le alborotó los pelos con su mano izquierda. La pequeña se arrojó detrás de su madre haciendo monerías. Yizrah no pudo dejar de echar una breve, pero profunda mirada sobre Natán, captada por el joven. Este intercambio fue corto, pero pareció durar varios segundos tanto para uno como para otro. Natán había comprendido que algo andaba mal, que había algo raro, o ballena bajo la grava, como le gustaba decir a Yizrah.

    Los reencuentros fueron breves y felices, el pequeño grupo de amigos, conducido por la chispeante Farah, entró en la casa para comer. Ilhâm y Ahmed prepararon la comida, mientras que Farah y Natán jugaban juntos. Yizrah por su parte, también estaba perdido en sus pensamientos. Lo que seguramente no escapó a los dos chiquillos, y especialmente a Farah quien no se pudo contener de ir a incordiarle. Y la sonrisa volvió a su cara. Los niños tienen la rara facultad, que se pierde un poco de mayor, de hacer reír y sonreír cuando quieren. Transportados por su despreocupación y al abrigo de todos los problemas que preocupan a los mayores, no son más que alegría y diversión. Es lo que a veces necesitan los adultos para volver a ser ellos mismos. Por su parte, los esposos Jalalah podían discutir en voz baja, en su esfera íntima. Ahmed decidió confiar discretamente en la elección de su corazón el objeto de su discusión con Yizrah la noche anterior. Ilhâm tuvo un pequeño impacto cuando se enteró de los proyectos del tío para con el sobrino. Ella se giró y se puso a observarles, en particular a Natán y Farah. « Farah tendría así, de alguna manera, un hermano mayor... Después de todo no veo en ello ningún mal... Incluso si... », pensaba. Ella comunicó a Ahmed su aprobación, pero precisó que la elección debía pertenecer a Natán.

    Una vez estuvo lista la comida, Ilhâm y su marido volvieron con sus invitados. Eso olía bien, por otra parte una vez más les agradecieron su hospitalidad. Ilhâm dio las gracias a Yizrah por haber ayudado a su marido, y sobre todo por haberle hecho compañía. La comida se desarrolló en un buen ambiente, reinaba el buen humor a pesar de algunos momentos de vacilación. Natán espiaba a su tío que parecía ansioso y relativamente mudo, en comparación con lo que le era habitual. Para alguien tan locuaz, que le gusta destacar, tomar la palabra, contar anécdotas, estaba muy tranquilo. No se parecía a él mismo. Pero ¿por qué? Le había estado espiando, no llegaba a entender que era lo que turbaba tanto a su tío. No obstante, no se iba a quedar mucho tiempo con el misterio. Al terminar la comida, mientras que sus anfitriones recogían la mesa y los platos de tierra cocida confeccionados por el ama de la casa, Yizrah invitó a Natán a dar un paseo:

    « Nat´, ¿quieres acompañarme a fuera? Tengo que hablarte. »

    Natán se alegró de seguirle, tenía prisa por descubrir lo que le ocultaba su tío.

    Los dos hombres avanzaban tranquilamente, uno al lado del otro. Natán no quitaba el ojo a Yizrah. Estaba impaciente y aguardaba la primera palabra que brotara de su boca. Un cierto temor le invadió en vista a la actitud de su tío. Se preguntaba qué era lo que podía temer. Su tío buscaba las palabras. Cuando repentinamente, se detuvo:

    « Nat´, escucha. ¿Qué piensas sobre este lugar y esta familia? »

    Natán no veía realmente donde quería llegar:

    « Bien, les quiero mucho. ¡Ellos forman parte con diferencia de las gentes más simpáticas que hemos encontrado hasta ahora tío! Les voy a echar un poco de menos, creo... Seguramente por eso no habría que quedarse mucho tiempo. »

    Su tío le miró, su cara se alegró ligeramente y dejó escapar una pequeña sonrisa incontrolada.

    Natán siguió en tono de broma:

    « Si nos quedamos mucho tiempo, querido tío, no querremos marcharnos. »

    Yizrah se giró y se dirigió de frente a su sobrino, se rascó el mentón antes de empezar:

    « Oye Nat´, ¿qué dirías de quedarte un poco aquí?

    -Pero tío ¡Y Eyal! protestó.

    -¡Cálmate! Lo sé. No he dicho que le fuéramos a abandonar. Yo decía que... bien...

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